La ternura en un vaso de caféNavidad también es lo que he visto esta mañana de domingo.
Hacia las 9, con un frío que pela, de c. diría algún bruto del lenguaje. Estaba viendo solito, sin las colas de luego, el Belén de la Plaza Mayor de Madrid. Llega un grupo de 10-12 jovencitas en la edad del botellón (15-16 años) y se ponen a distribuir café con leche, o sólo, o cortado, al gusto de los “huéspedes” de los soportales de la plaza, aunténtica hospedería municipal en cajas y envoltorios.
Las chicas venían de Alcorcón, lo que supone que completaron la marcha nocturna de tantos/tantas de su edad sin ir a la cama o dejaron ésta muy tempranito.
– ¿Por qué hacéis esto?
– Porque es Navidad.
Estas chicas han comprendido la revolución de la ternura. Que Dios nos haya amado tanto. Y han entrado en el juego de responder con amor al Amor. “Debéis amaros, porque Dios os amó primero” escribía san Juan.
Ponerse tiernos o sensibles ante la circunstancia de un parto fuera de la posada y las pajas del pesebre es parábola de la conmiseración por los que tienen como somier los cartones y al lado el tetrabrick de donsimón. “Tuve frío y sed, y me distéis un café” (Mt 25,35) Porque es Navidad.