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La obesidad es un problema: dos antiguas virtudes pueden ayudar

Obesity – es

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Alvaro Real - publicado el 12/12/13

Día de la persona obesa: Mil millones de adultos tienen sobrepeso
La obesidad se ha convertido en una epidemia a nivel mundial. Según explica la Organización Mundial de la Salud (OMS): “cada año mueren, como mínimo, 2,6 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso”. Mil millones de adultos tienen sobrepeso y si no se actúa esta cifra superará los 1.500 millones en 2015. Más de 42 millones de niños en el mundo tienen sobrepeso y todo es debido a un desequilibrio entre las calorías ingeridas y las calorías gastadas. ¿Cómo combatir esta nueva epidemia del siglo XXI?
“El aumento del consumo de alimentos muy ricos en calorías sin un aumento proporcional de la actividad física produce un aumento de peso”, explica la OMS, que añade que “la disminución de la actividad física produce igualmente un desequilibrio energético que desemboca en el aumento de peso”. Se trata de un problema de hábitos y de costumbres, un problema muy extendido para el que hace falta una concienciación.
El catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo Gregorio Varela explica que es necesario “que nos convenzamos a nivel individual ya nivel colectivo de que sí podemos” y pide que “no tiremos la toalla en lo que es la prevención de la obesidad y el sedentarismo”. En el primer estudio disciplinar sobre esta problemática publicado y que está dirigido por este catedrático se proponen algunas medidas para combatir uno de los grandes males de la sociedad: “Aumentar la actividad física, disminuir el sedentarismo, aumentar la lactancia, mejorar el patrón dietético, vigilar el ambiente y el horario de las comidas o disminuir el estrés”.
¿Obesidad es gula?
La obesidad, a veces, ha sido catalogada como consecuencia del pecado de la gula y la Doctrina de la Iglesia muestra como mejor remedio ante la gula la abstinencia y el control que debe ser empleado al comer y beber. Una medida que no es constante ni invariable, porque depende en gran medida de la actividad de la persona y su complexión física y genética. No puede servir la dieta de un anacoreta para un atleta, ni puede servir la dieta de un joven estudiante con la de un campesino o un obrero.
La abstinencia sirve para oponerse a desórdenes y vicios como la gula y es útil para momentos en los que la comida es consumida de tal manera que perjudique en lugar de beneficiar la salud corporal. No obstante, es muy difícil que la glotonería y el consumo elevado de alimentos puedan suponer un pecado grave como la gula, puesto que raramente destruye el uso de razón y en numerosas ocasiones existe una falta de información sobre qué alimentos pueden ser beneficiosos o perjudiciales para nuestra dieta. 
Aún no estando directamente relacionada la gula con el sobrepeso, la templanza como virtud sí que puede servirnos para controlar problemas y desequilibrios alimenticios. Santo Tomás de Aquino – quien por cierto, era obeso – la consideraba una virtud especial y puede servir para gobernar y controlar el deseo de los placeres y deleites que con más fuerza atraen el corazón humano. El alimentarse no es sino uno de los apetitos naturales asociados con la preservación del individuo humano y la moderación que trae aparejada la templanza puede ser central para un correcto control de nuestra alimentación y conocimiento de nuestro cuerpo.
Medidas basadas en la templanza
Algunas de las medidas que aporta el estudio “Obesidad y sedentarismo en el siglo XXI: ¿Qué se puede y se debe hacer? están basadas en el conocimiento de nuestro propio cuerpo y en virtudes y hábitos saludables basados en la moderación y en la templanza. El exceso de sedentarismo y la inactividad física tienen gran importancia en la obesidad: “se debe fomentar, por un lado, el hecho de que no sólo es importante lo que se comen y lo que se bebe, sino también el cómo se come y como nos movemos”. Por tanto, hay una segunda virtud cristiana que puede ayudar a controlar el sobrepeso: la diligencia, que es contraria a la pereza.
Según este estudio es importante los estilos de vida adecuados y saludables y muestra la importancia de la socialización de la comida o la vida activa compartida. Así, recomiendan “evitar la presencia de comer viendo la televisión”, “no incentivar el entretenimiento pasivo electrónico” y permitir un mayor conocimiento de la alimentación del conjunto de la sociedad. 
En cuanto a una correcta alimentación se muestra un determinado patrón de consumo alimenticio basado en cereales y derivados, verduras y hortalizas y legumbres, algo que contradice la situación actual en la sociedad: “se observa un elevado consumo de carnes grasas y embutidos”, explica el estudio, que añade: “la contribución porcentual de las grasas es mayor y el de los hidratos de carbono es menor a lo recomendado”. 
La obesidad también es un problema social
El combate contra la obesidad y el control de la alimentación no es sólo cuestión individual, sino que es necesario “tener acceso a un modo de vida saludable y recibir apoyo para elegir opciones saludables”, explica la OMS.
El apoyo de la comunidad y del entorno es fundamental para influir en las elecciones personales y muchas veces la dieta y el hábito de los niños depende del desarrollo socioeconómico, las políticas agrícolas o la comercialización de alimentos que influyen en los hábitos. “Estas influencias están fomentando cada vez más un aumento de peso que está provocando un aumento continuo de la prevalencia de la obesidad infantil”.
La abstinencia, la templanza, la moderación y la fuerza de voluntad del individuo deben ser apoyadas por una estrategia poblacional, multisectorial, multidisciplinaria y adaptada al entorno cultural. Es necesario proponer una hoja de ruta para el establecimiento y fortalecimiento de iniciativas de vigilancia, prevención y tratamiento de una de las grandes pandemias del siglo XXI: la obesidad. Y la formación en valores, rescatando la importancia de viejas virtudes cristianas olvidadas, puede ayudar mucho.

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