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Pesar en México por el asesinato de dos sacerdotes

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Jaime Septién - publicado el 01/12/13

La violencia es un problema de salud pública

Los robos, las amenazas y, desgraciadamente, los asesinatos han seguido ensombreciendo a la comunidad sacerdotal de México.  Estados como Veracruz, Tamaulipas o Michoacán se han convertido en lugares peligrosísimos para anunciar a Jesucristo.  Se trata de una guerra de baja intensidad emprendida por el crimen organizado contra los únicos que les pueden parar el alto: los sacerdotes católicos.

La violencia como “razón” de existir

El pasado viernes 29 de noviembre por la mañana fueron encontrados sin vida los cuerpos de dos jóvenes sacerdotes de la parroquia San Cristóbal del municipio de Ixhuatlán de Madero, en la huasteca veracruzana; los dos pertenecían a la diócesis de Tuxpan que encabeza monseñor Juan Navarro Castellanos.

“Con profunda pena comunicamos la información recibida por parte del Padre Humberto Arce: los padres de la Parroquia de San Cristóbal en Ixhuatlán de Madero, Ver., los padres Hipólito Villalobos Lima y Nicolás de la Cruz Martínez,  fueron encontrados hoy en la mañana,  asesinados en el curato.  Más adelante se proporcionará mayor información, rogamos elevar una plegaria por el eterno descanso de su alma”, decía el comunicado puesto este fin de semana en la página web de la diócesis.

El Nuncio Apostólico en México, monseñor Cristophe Pierre envío una carta de condolencias al obispo Navarro Castellanos.  “Con mucha pena he recibido la noticia del asesinato de los Sacerdotes Hipólito Villalobos Lima y Nicolás De la Cruz Martínez, ambos de la Parroquia de San Cristóbal, en Ixhuatlán de Madero, y miembros del Clero de su Diócesis de Tuxpan”, escribió el Nuncio Peirre en referencia al crimen del que, según la Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz, ya se han capturado a los cuatro presuntos asesinos.  El procurador, Amadeo Flores Espinoza, ha dicho que un sacerdote fue asesinado con “arma blanca” y el otro falleció por asfixia.

“En este momento de profundo dolor para Usted y para toda la Diócesis de Tuxpan, unido al pesar por tan triste pérdida, expreso mi sentido pésame a todos ustedes, rogándole trasmitir, también mis más sinceras condolencias, a los familiares de los Padres Hipólito y Nicolás”, añadió monseñor Cristophe Pierre en su mensaje el sábado pasado.

“Que nuestra confiada oración sea también un reconocimiento a la labor humilde y eficaz de estos sacerdotes que dedicaron su vida al anuncio del Evangelio, y que se esforzaron por ser testigos del Señor de la Vida. Quiera Él transformar sus sacrificios, en fermento de paz y en una fuerte llamada a la conciencia y a la conversión de quienes hoy parecen haber hecho de la violencia su propia razón de existir”, concluyó la carta de condolencia de monseñor Pierre.

Cifras de sangre

El homicidio de los dos sacerdotes veracruzanos “ocurre a menos de dos meses de la denuncia que hizo el obispo de Apatzingán, Michoacán, Miguel Patiño Velásquez, en el sentido de que la delincuencia organizada se ha apoderado de alcaldías y ha corrompido a policías en la entidad” y en otros lugares del país, según un despacho de la agencia de noticias APRO.

El padre Hipólito había tomado posesión de la iglesia de San Cristóbal en la cabecera municipal de Ixhuatlán el 3 de diciembre de 2012, y ese mismo año arribó a esa parroquia su vicario, el padre Nicolás.  La zona en la que se encuentra la parroquia, rumbo a la sierra madre oriental, es una zona de alta incidencia delictiva, con presunta participación del grupo de narcotraficantes denominados “los zetas”.

El pasado 28 de septiembre, un sacerdote fue atacado a machetazos por un sujeto cuando iba a recibir la eucaristía, en el municipio de Ciudad Isla, también en Veracruz. Los hechos ocurrieron cuando el párroco Tomas Alonso Martínez celebraba Misa en el templo del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada frente a las oficinas del ayuntamiento.  Al momento de dar la Eucaristía, un sujeto al que apodan “el Gato” y que iba en la fila sacó un machete y lesionó al padre Tomás diciendo que él era “el Anticristo”.  La policía lo detuvo y dijo, después, que estaba bajo el influjo de las drogas cuando hirió al sacerdote católico.
En Tamaulipas, el padre Carlos Ornelas Puga, de la diócesis de Ciudad Victoria, desapareció desde el pasado domingo 3 de noviembre y hasta ahora nadie sabe su paradero. Según testigos, el sacerdote fue secuestrado al término de una Misa en el vecino Municipio de Jiménez.

Mientras que en Michoacán, en el Municipio de Jiquilpan, también después de oficiar una Misa, desapareció el padre Santiago Álvarez Figueroa, de la diócesis de Zamora cuando se dirigía a la comunidad de Paredones. Los hechos ocurrieron hace casi un año y todavía no se ha llegado a ninguna conclusión.

Durante la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) fueron asesinados 12 sacerdotes, alrededor de 162 fueron amenazados de muerte en un solo año y aproximadamente mil fueron víctimas de extorsión, según un estudio elaborado por la Iglesia católica, titulado: “Creciente agresión contra sacerdotes en México”.

En lo que va de la administración federal que encabeza Enrique Peña Nieto, desde el 1 de diciembre de 2012, la cifra ha seguido constante, con los hechos anteriormente narrados. 

Pérdida del sentido de Dios

Los obispos mexicanos, en un documento reciente “Que en Cristo, nuestra paz, México tenga una vida digna” ha dicho que el crimen organizado ha crecido: narcotráfico, secuestros, trata de personas, lavado de dinero, extorsión, ejecuciones, etc., causando sufrimiento a las víctimas”.

Entre los factores que contribuyen a la inseguridad y la violencia los prelados mexicanos descubrieron que son “pobreza, desigualdad, insuficiencia de las reformas económicas, desempleo y subempleo, corrupción, impunidad, inseguridad ciudadana, deficiente procuración de justicia, inadecuado sistema penitenciario, violencia institucionalizada, violencia intrafamiliar, violencia contra la mujeres, violencia infantil,  violencia entre jóvenes y adolescentes, violencia en la vida comunitaria”.

La violencia es un problema de salud pública, han dicho los obispos mexicanos que también sufren en carne propia el embate de la inseguridad y en el de los sacerdotes que conforman sus diócesis. “Urge intervenir en tres factores: crisis de legalidad, debilidad del tejido social y crisis de moralidad”.

Y elaboraron un diagnóstico de lo que consideran la raíz más profunda de la violencia “la pérdida del sentido de Dios que lleva a un desprecio de la vida humana”.

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