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España: deflación y brotes… ¿verdes?

Plants of money – es

© Spiber/SHUTTERSTOCK

César Nebot - publicado el 28/11/13

Bajan los precios, pero aumenta el peso de la deuda: ¿de verdad estamos saliendo del túnel?

Si hacemos una pequeña encuesta a pie de calle sobre qué opinión merece que los precios hayan disminuido la respuesta será unánime. Sin duda, será considerada una buena noticia. No obstante, si acto seguido preguntamos qué les parecería si el valor de las deudas que tienen contraídas, su hipoteca, la letra del coche, fueran mayores el sentir será unánime. Es una muy mala noticia.

A pesar de esta discrepancia en las respuestas, en términos económicos, ambos fenómenos son dos caras de la misma moneda. Una caída sostenida de los precios, lo que denominamos como deflación, conlleva un aumento del valor real de las deudas. Y es que lo que a simple vista parece algo casi benéfico, en realidad se descubre como lobo con piel de cordero que uno debe advertir detenidamente.

El Instituto Nacional de Estadística publicó la variación del Índice de Precios al Consumo (IPC), inflación, interanual para octubre de 2013 de -0,1%. La última vez que se dio una tasa variación interanual del IPC negativa fue hace cuatro años en el mes de octubre de 2009 con un valor de -0,7%

Aunque para hablar claramente de deflación se precisa que esta tendencia negativa del IPC se mantenga a lo largo del tiempo de forma sostenida y no con un solo dato, sí que podemos analizar su valor coyuntural y extraer algunas conclusiones interesantes.

En primer lugar, la inflación subyacente interanual sigue siendo positiva con un valor de 0,2%. Esta inflación subyacente se calcula detrayendo de la cesta de consumo aquellos bienes y servicios cuyo precio muestra un comportamiento más volátil como los servicios energéticos o los bienes agropecuario. El hecho de que sea superior en 3 décimas a la inflación interanual es muy representativo de lo que sucede en la economía española. Que los shocks en la economía se transmitan en este tipo de bienes mediante caídas más pronunciadas de sus precios revela contracciones en la demanda y por ende avisos de una demanda agregada deprimida.

A pesar de que también podríamos esperar que el mismo comportamiento diferencial de la inflación subyacente respecto de la inflación se debiera a expansiones de la oferta manteniendo constante la demanda, deberíamos estar observando reducciones de la tasa de desempleo. No obstante, la tasa de paro desestacionalizada del tercer trimestre del 2013 ha aumentado en 0,21 respecto del trimestre anterior y un aumento de 2,26 en un año. A su vez, la tasa de ocupación desestacionalizada ha registrado una disminución respecto del trimestre anterior de -0,27 mientras que la variación interanual se sitúa en  -2,93%. 

En segundo lugar, y por todo esto, si bien el dato de un -0,1% de la inflación en España no es muy preocupante y no deberían disparar las alarmas contra la deflación, sí que debería ponernos en alerta por el riesgo que entraña. Una demanda agregada deprimida puede sostener la deflación y caer en un círculo vicioso grave que transmute esta deflación coyuntural en una peligrosa deflación estructural.

Una deflación estructural es tremendamente perjudicial especialmente en crisis económicas por varias razones. En primer lugar, una deflación aumenta el valor de las deudas en términos reales lo que pone en jaque a las empresas con dificultades de financiación, ahoga a las familias hipotecadas y dificulta a su vez la resolución de los ratios de solvencia de la banca que estrangula el crédito. Pero además, en segundo lugar, un proceso deflacionista genera incentivos a posponer el consumo y la inversión ya que la expectativa es que el paso del tiempo los abarata. En consecuencia, la expectativa de precios más bajos en un futuro próximo paraliza las compras y las planificaciones inversoras, comporta una paralización de la actividad económica en un círculo vicioso y pernicioso. Ambos efectos, tanto el aumento del valor de las deudas en términos reales como el círculo vicioso de posponer compras deprime cada vez más la demanda agregada.

Por otra parte, como podemos constatar tanto en la crisis que está sufriendo España como la que sufrió Argentina a inicios de siglo, las caídas sostenidas de la demanda agregada acaban por arrastrar a la oferta agregada, la capacidad productiva del país, y, por ende, generando un mayor desempleo. Una recaída más en la economía española podría ser catastrófica.

Precisamente, por esto mismo, la rebaja del tipo de descuento al 0,25% que anunció Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, el pasado 7 de noviembre ha significado otro balón de oxígeno. Otro más, pues también fue el anuncio de Mario Draghi de julio del 2012 del compromiso en firme del BCE de no dejar caer a las economías periféricas y la defensa del euro la que consiguió rebajar, de una forma paulatina e inequívoca, la prima de riesgo española incluso a pesar de las torpezas en materia fiscal del Gobierno de España.

No obstante, con la mirada más puesta en las elecciones europeas de dentro de seis meses, el Gobierno español hace un brindis al Sol, vende finales de túnel y anuncia primaveras cuando la demanda agregada todavía sigue deprimida y con una tasa de paro del 25,98%. Alza por bandera el récord en exportaciones cuando en lo que llevamos de año han descendido un 3,72% a pesar de una devaluación interna intensa y dolorosa en términos sociales.

Desde la ansiedad de la carrera electoral, el Gobierno español se obstina en presentar los presupuestos como de recuperación económica cuando los mismos presupuestos prevén caídas en la recaudación del IVA asociadas a la caída del consumo.

Con la constatación que nos ofrece la reciente deflación coyuntural de que la demanda agregada sigue deprimida, uno ya no sabe si lo que vende el Gobierno son brotes verdes o sufre brotes de esquizofrenia. Paciencia hasta las elecciones europeas.

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economía
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