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Obispo argentino, ante agresiones: “El primer anuncio es nuestra respuesta pacífica”

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Esteban Pittaro - publicado el 27/11/13
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Habla a Aleteia monseñor Marino, obispo de Mar del PlataEn el plazo de unos pocos meses, se registraron en varias localidades argentinas distintas agresiones a templos cristianos. Importantes ciudades como Buenos Aires, Mar del Plata, Córdoba, Bahía Blanca y La Plata fueron sede de distintos tipos de profanaciones y sacrilegios, que sumados a otros en la región, como los ataques a la Catedral de Santiago, en Chile, causan preocupación. Fue la catedral de Mar del Plata, diócesis en la costa atlántica argentina, uno de los escenarios de una de las profanaciones. El Obispo de Mar del Plata, monseñor Antonio Marino, dialogó con Aleteia sobre estos acontecimientos.

Monseñor Marino explicó que entre los fieles de su diócesis “la reacción generalizada fue la de la fe. Hubo azoramiento e indignación, un lógico dolor y espanto ante la gravedad de los hechos, pero también reacciones de admirable cuño evangélico: oración por el autor o los autores de la profanación, conciencia de ser en el mundo signo de contradicción”.

– ¿A qué cree que se deba tantos ataques a templos cristianos en tan poco tiempo? ¿Hay odio a la Fe en nuestro país?

Hay una mentalidad secularizada que puede favorecer la pérdida de todo límite. En algunos casos se manifiesta el odio a la Iglesia como institución. En otros, se suma, además, el odio a Dios. Me llama la atención que en distintas partes del mundo hay insultos dirigidos a Dios. Así ocurrió en la catedral de Santiago de Chile, así también en nuestra catedral apareció una inscripción donde se insultaba a Dios. En la iglesia de San Ignacio, en Buenos Aires, una pintada decía: “Ni Dios ni amo”. Dios y la fe son presentados como límite impuestos al ser humano y al “progreso”. Se trata de grupos minoritarios, que buscan afianzarse.

– Culturalmente hablando, ¿cómo cree que han recibido la designación de Francisco los grupos que en nuestro país se manifiestan enemigos de la Iglesia?

La elección del papa Francisco ha sorprendido a todos. A una primera reacción abiertamente adversa, le siguió otra más táctica, buscando acomodarse al innegable hecho de un liderazgo de notoriedad universal. Hubo elogios para no desentonar con la reacción masiva.

– Además de la pena por las profanaciones y los sacrilegios, hay un evidente dolor en el alma de los que atacan, por odio o por ignorancia. ¿Cómo tenemos que actuar los cristianos cuando estamos ante alguien que nos persigue?

La reacción está señalada en el Evangelio: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”. Es lo que traté de decir en la Misa de desagravio y es lo indicado por el papa Francisco. Cito mi homilía: “Sin duda que, en un sentido son inexcusables y conscientes del grave delito. Pero en otro sentido, su ceguera moral les impide ver en su verdadera magnitud el abismo de miseria en el cual se sumergen. Durante estos días no me he cansado de reflexionar sobre estos hechos preguntándome: ¿quién es o quiénes son los principales damnificados por la profanación? Y la respuesta ha sido siempre la misma. Es verdad que Dios es ofendido. También lo es que queda agraviada la comunidad católica. Pero, si bien lo pensamos, el peor damnificado es el pobre ser humano que se hunde en semejante bajeza. Siempre que el hombre peca contra Dios y contra el prójimo queda dañado en su dignidad, su vida se degrada y pierde valor”.

(Con motivo de los ataques) nos decía el Santo Padre: “Mi oración y bendición de un modo especial a la comunidad de la Catedral de Mar del Plata, que ha sufrido este hecho vandálico, esta profanación. Les ruego que me sientan cercano. Es como una bofetada a Jesús en la comunidad viviente. Que Jesús los bendiga, la Virgen santa los cuide y sigan caminando adelante. Y les pido un favor, que perdonen de corazón a quienes han hecho esto”.

– La salida a las periferias a la que nos invita el Papa, ¿implica el anuncio entre ellos? ¿Puede ser justamente intensificar la misión una manera de contrarrestar estas situaciones?

Existen distintos tipos de periferias. Debemos salir hacia todas. Entre las periferias existenciales, figuran los no creyentes, de cualquier condición social. Los que actuaron en el templo de San Ignacio de Buenos Aires, o contra la catedral de Santiago de Chile, los que quieren que la Iglesia “arda”, no son sociológicamente pobres. Pero lo son desde el punto de vista de la fe.

Nuestra mejor respuesta será, también hoy, la de los primeros cristianos ante los perseguidores. El primer anuncio es nuestra respuesta pacífica. Hablamos claro, expresamos indignación, pero no devolvemos la misma moneda. Las periferias de la pobreza, son todavía una deuda, que vamos saldando. Pero muchas veces comprobamos que es más fácil evangelizar a los pobres y marginados, a los que están en el límite de la sociedad, que a ciertas élites ilustradas o ideologizadas. Los pobres, hoy como ayer, tienen mejor disposición.

– Hablar de estos temas en el cierre del año de la Fe, me parece, en nada opaca lo que ha sido este año para los argentinos. ¿Cómo ha vivido usted este año de la Fe?

Con un gran gozo, contemplando como pastor del rebaño el innegable impulso misionero que se puso en movimiento. Pero debemos pasar de la misión como hecho puntual y transitorio, a una conciencia de misión permanente, como parte de nuestra identidad cristiana y católica.

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