El nuevo príncipe azul juvenil no es más que un depredador: ¿es este el modelo de relación que quieren las mujeres?Ofrecemos aquí un extracto de un interesantísimo artículo publicados por Michelle Valenzuela para La Opción V, y republicado por el Centro de Estudios Católicos (CEC), recomendando vivamente la lectura del original, mucho más extenso y completo.
Hace poco llegó a mis manos el primer tomo de un afamado Best-Seller. Se me había informado que era una novela entre romance y erotismo. La verdad no imaginé que iba a rayar en mis límites y más cuando estoy familiarizada con ambos géneros. Leí una novela absurda acerca de la esclavitud sexual, un juego mediocre de combinar elementos de muchos estilos literarios para tener la excusa de generar imágenes sobre-sexuadas y conseguir llevar una falsa bandera de la idea de amor.
Sentí entonces que era pertinente abrir el espacio a la reflexión de lo que se nos comunica con esta nueva ola sadomasoquista, esta surgente moda del “dios-hombre” que construye una nueva imagen de las relaciones entre el amor y el sexo, entre el hombre y la mujer.
Antes de decir el nombre del libro, quisiera exponer esta idea. El abuso, en cualquier método y en cualquier contexto, es la nueva arma de la esclavitud moderna y concretamente, el sexo es una de las nuevas modalidades de esta esclavitud. Existe la imposición de la actividad sexual como conocemos en el tráfico y el comercio con seres humanos, los prostíbulos o los secuestros, entre otros, que son circunstancias que se dan en contra de la voluntad de la víctima.
Pero hoy en día también existe la aceptación voluntaria por esta esclavitud, la esclavitud sexual. Ahora sí, esto lo vemos con la historia de Cincuenta sombras de Grey. Es una novela que ha convertido a muchas jóvenes mujeres a la adicción por idealizar el placer como el único vínculo que se experimenta en el amor.
Anastasia Steele, la protagonista, es la personificación de esta ingenua moda y con quien se vive el proceso de validación de estas posturas en la actividad sexual. Con ella se logra construir un espacio ideológico en donde el sadomasoquismo y la violencia física son legítimos y son las maneras necesarias de la expresión del hombre en relación con otro ser humano, por quien dice sentir atracción o incluso, cariño. Tal cual esta última imagen, Christian Grey es el nuevo símbolo juvenil del amor, un hombre que enloquece a cualquier mujer y está en capacidad de extraer el placer desde el más ínfimo rincón del cuerpo.
Debo admitir que esta revuelta en la moda me ha congelado mi entendimiento. Nunca antes me había costado tanto escribir un texto más que éste que están leyendo. Porque para mí es completamente irreal, incomprensible y ridículo que la adoración por la violencia se masifique y se valide a pesar de corromper cualquier valor y base existencial del ser humano. Con esta novela legalizamos la esclavitud sexual, con esta novela aportamos a la oda mediocre del cuerpo, que en efecto no ha hecho consciencia alguna de lo que en serio este significa. Con esta novela clausuramos las ilusiones en el amor, y nos negamos en nuestro orden natural y en nuestra definición como seres humanos.
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A grandes rasgos el sadomasoquismo es una de las desembocaduras que lleva el desaforo en la experiencia del placer. (…) Cuando se habla de la necesidad del dolor para generar placer, se refiere a que nuestro cuerpo ya fue degastado y viciado en una fase primordial de su diálogo. Como si le quitaran las vocales de su alfabeto y tuviera que recurrir a medidas que se desfasan y se transgreden para suplir lo que ha quedado en el vacío y en el desorden. Tengo entendido que el efecto del dolor genera la producción de endorfinas, lo cual ayuda a “dormir” la sensación dolorosa. Lo que nos gusta del placer es este producto de endorfinas, así que en ambos estados se logra el mismo efecto, pero con distintos fines. Ya vamos vislumbrando lo que conlleva el trasfondo de necesitar el dolor para generar placer. Es literalmente una enfermedad, en el sentido que es un vicio, un vicio como lo opuesto a una virtud, a un comportamiento que se sale de la configuración natural.
Remontándonos a la sociedad, estas prácticas sadomasoquistas están conquistando el sentido sexual de la juventud. Increíble, con Anastasia Steele se evidencia la transición en la aceptación de estás prácticas. Al principio asume que está en contra de su voluntad y a lo largo del libro ella expresa el miedo que le genera el hombre que dice amar. No, ni siquiera se habla de amor, el cuerpo para ambos es el centro único de sus encuentros. El espacio externo al del sexo se resume en una serie de gestos repetitivos que a ambos los remite de nuevo a su deseo sexual y a su mutua sumisión. Amor no hay mientras nunca se considere el valor real por el otro ser humano.
Cuando Christian Grey desea golpear y maltratar a otra persona, está implícita la negación de su ser como ser humano. Psicológicamente decide no reconocerse como hombre y de este modo desconoce la dignidad de la otra persona. Su reestructurada reacción instintiva es generar dolor a su víctima, tal cual un animal que es alienado del entendimiento y de la experiencia. El nuevo príncipe azul juvenil no es más que un depredador, insensible y efímero.
Con el cuerpo nos involucramos en el amor. Este tema se ha vuelto tan peligroso y tan tabú como las conversaciones de política, religión o fútbol. Al amor lo hemos olvidado, lo hemos rebajado a ser un sentimiento más como si se tratara de sentir la pasajera alegría o la agotable ira. El amor no es sinónimo de placer, porque es una trascendencia del sentimiento y de la sensación. En el amor se nos reúnen todas las naturalezas de nuestra unidad corpórea-espiritual. Nacimos amando y moriremos amando.
El amor es nuestro sello como hijos de Dios, es nuestra conexión con Él y con nuestro mundo. Es la dignidad y la identificación como creaturas y es el vínculo que tenemos con nuestro Creador. Él es amor, por ende nosotros tenemos capacidad y acceso a éste. Qué duro se vuelve cuando tan agresivamente se desprecia este principio de vida, y no sólo eso, sino que recae en la destrucción del ser humano.
En cuanto hay ruptura no se puede desarrollar el amor, y si no hay amor, está el vacío improductivo de la materia la cual está muerta. Y nosotros mismos decidimos morirnos en el abismo de la sensación que a veces nos confunde con estar generando una genuina experiencia. El amor es la conducta de la libertad, y de nuevo en esta novela, se destruye todo sentido de referencia al amor verdadero. Se incorpora la falsa esencia del amor y se juega con el sexo bajo su excusa como si estuviéramos hablando del derecho de estos comportamientos.
Afortunadamente tenemos otro camino a seguir. La opción por la virtud, que traduce, la opción por donarnos voluntariamente a la libertad. Libertad que nos forma en el amor y nos dirige en el perfeccionamiento hacia Dios. Ante todo está la dignidad de nosotros como seres vivos, como hijos de Dios que estamos acá para la sana misión de ser seres humanos.