En Bolivia se cultiva cada vez más coca pero menos alimentos básicos
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Antes de dar lugar a equívocas y malintencionadas interpretaciones sobre lo que el título de este artículo puede sugerir, me permito señalar que respeto la posición y las costumbres de quienes utilizan la hoja de coca para el consumo llamado “tradicional” y naturalmente aquello que pueda ser industrializado con fines benéficos (i.e. el apreciado mate de coca). Esto quiere decir que no creo que sea negativa una pequeña producción de hoja de coca para un consumo moderado de la misma.
Sin embargo, no puedo dejar de cuestionar la exigencia de los sectores cocaleros para aumentar los cultivos bordeando las 20.000 hectáreas o más. Los datos del estudio sobre la coca, presentados con una dilación vergonzosa, arrojan una superficie total de 14.705 hectáreas como la necesaria para satisfacer la necesidad del consumo tradicional. Según Fidel Surco a este estudio le falta el dato de lo que se utilizaría para la industrialización, o sea que se precisarían más hectáreas; ¿cuántas me pregunto, si con “tan poquito” sólo da para el consumo personal y social? Seguro que se debe necesitar al menos la misma cantidad para la industrialización. Todo lo demás sería excedente y lastimosamente se destinaría al narcotráfico.
Entre otros datos curiosos está el que se precisarían casi 21.000 toneladas al año para satisfacer un consumo promedio de 6 kg año por persona, lo que da un total de casi 3,5 millones de personas que consumen la hoja de coca de forma tradicional, en la versión de Surco. Ya en el informe oficial se establece que son cerca de 3 millones de personas o sea que se consume más, pero lo realmente curioso es que casi un millón no sabe o no responde sobre su uso ¡Impresionante!
Tal vez aumentando la producción podremos sustituir una parte de la necesidad, para un tercio de la población boliviana, del consumo de verduras, legumbres, hortalizas, tubérculos y frutas. Es más el déficit en la producción de alimentos que nos lleva a importar papa, tomate y otros, en estos momentos, se podrá cubrir con algo de coca y no tendremos crisis alimentaria ninguna.
Lo anterior puede ser pintoresco y de cierta manera un uso abusivo de los datos de nuestra realidad. Pero más pintoresco me parece querer vivir engañados, creyendo que realmente es más necesario incrementar la producción de coca y su industrialización, cuando no somos capaces de producir la cantidad de alimentos que necesitamos para el consumo básico de la población y que cuando se especula con los precios en los mercados (porque las heladas, sequías y demás han perjudicado o porque se produce menos) tengamos que recurrir a la importación de alimentos que sí podemos producir. Ya se ve clara en qué puede consistir nuestra soberanía alimentaria.
Pero hay algo más, las personas que producen excedentes de coca y que desvían eso al narcotráfico lo hacen porque la ganancia es mayor y más rápida que si tuviesen que invertir cultivando otras cosas –con el riesgo añadido de la pérdida de la cosecha y los bajos precios del mercado. Entonces ¿no es mejor para ellos ganar más dinero, más fácil y más rápido? Esta lógica, perfectamente neoliberal, está en contraposición con el discurso del Vivir Bien.
Las personas necesitan realmente vivir bien, tener condiciones mínimas para una vida digna –que no es vivir en el exceso y la opulencia, por si acaso-, pero cuando ésta no llega es lógico que puedan verse tentadas por una vida más fácil y sencilla, una vida que se entrega al consumo y para ello requiere de más y más dinero para satisfacer esas supuestas necesidades.¿Aumentar la producción de coca nos llevará a Vivir Bien? Si con lo que hoy se tiene ya hay excedentes y el narcotráfico sigue vigente ¿no es un riesgo absurdo promover más cocales?
Prefiero pensar qué no sabemos bien lo que queremos y lo que decimos en los discursos sobre el Vivir Bien y la reivindicación de la hoja de coca, porque si fuese verdad lo contrario resulta escalofriante asumir lo maquiavélico del discurso. Más terrible aún será que sean los cocaleros quienes decidan lo que hay que hacer (pues el informe no es vinculante al decir del senador Surco) y no el Estado.
Por Sergio Montes SJ. Artículo publicado originalmente por Iglesia Viva