La acogida, el primer anuncio y los clericalismos en el Congreso Nueva Evangelización de ValenciaMás de 1.600 personas participaban el pasado fin de semana en el Congreso Diocesano “Parroquia y nueva evangelización”, que se ha desarrollado en la Catedral de Valencia. Monseñor Carlos Osoro calificaba como de “un regalo del Señor que no puede quedar ahora guardado en nuestro corazón, sino que es un punto de partida para construir una nueva ciudad”, lo ocurrido estos días.
Durante la misa de clausura, el arzobispo de Valencia explicaba que la comunidad cristiana “quiere ser un don para esta humanidad que está rota, dividida, que no tiene metas y que, a veces, tiene oscuridades terribles, que tiene enfrentamientos, que no pone en el centro a la persona, al ser humano como lo ha puesto Dios mismo”.
Por ello invitó a todos los fieles cristianos “a salir de nuestras parroquias y dejar de estar encerrados en nosotros mismos, a dejar de estar dando siempre vueltas a lo que no es importante y tomarnos en serio nuestra vida, porque así se la tomó Dios mismo, haciéndose hombre por nosotros, entregando la vida por nosotros y eligiéndonos a nosotros para formar parte de esta comunidad”.
Durante dos días se han llevado a cabo 3 ponencia y 14 comunicaciones en las que, explicó monseñor Osoro, se ha demostrado “cómo la comunidad cristiana es la que regala, anima y construye una nueva ciudad, para dar sentido y vida a este mundo con el rostro de Jesucristo”.
Redescubrir la fuerza del primer anuncio
El consultor del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización y profesor de Teología Fundamental en la Facultad de Teología de Cataluña, Xavier Morlans i Molina, urgía durante su ponencia a “redescubrir la fuerza propia del `primer anuncio´ como una acción evangelizadora anterior a la catequesis”.
El primer anuncio consiste en “hablar de Jesús, con una actitud dialogante y humilde, y crear un primer vínculo cognitivo y afectivo con Él”, ha explicado. A diferencia de la catequesis, el objetivo del primer anuncio es “engendrar la primera fe o una renovada fe que se había quedado mortecina y propiciar la conversión inicial a Jesucristo”, mientras que la catequesis “hace resonar, guarda el grito, que es el anuncio” y “nutre y alimenta la fe”.
“No tiene sentido dar contenidos catequéticos a una persona que no ha establecido ese primer vínculo cognitivo y afectivo con Jesús” afirmó el profesor Morlans.
El obstáculo del clericalismo
El obispo de Trujillo (Honduras), monseñor Luis Solé, aseguró en su ponencia que “si queremos renovar las parroquias, esa renovación ha de ser en clave misionera” porque “el cristiano es testigo si es discípulo misionero”, pero ha advertido que “el primer impedimento para la renovación de las parroquias es el del clericalismo culpable”.
“El `clericalismo culpable´ se produce “cuando sacerdotes y obispos personalizamos lo que tendríamos que vivir sólo `in persona Christi´, nos hacemos demasiado importantes y, a veces los laicos nos dan excesiva importancia”.
Según monseñor Solé, “este tipo de clericalismo es el del sacerdote que se ha adueñado del poder espiritual, que convierte a los laicos en servidores, y eso no es de Cristo; es el del sacerdote que aprendió a hablar para ser escuchado pero que nunca aprendió a escuchar”. Este clericalismo “nos está haciendo mucho daño en América Latina, y yo creo, al igual que muchas conferencias episcopales, que es el primer impedimento para una renovación de las parroquias”, ha añadido.
Por el contrario, hay otro “clericalismo inocente” , explicó, que es el de los sacerdotes que “viven desbordados y no saben delegar”.
Pastoral enfermiza de la autosuficiencia
El sacerdote Lorenzo Trujillo, delegado diocesano de Formación de la diócesis de Ciudad Real, durante su intervención, invitaba a las parroquias a desarrollar su misión evangelizadora aceptando su “insuficiencia para llevarla a cabo en su totalidad, porque una parroquia no es una diócesis”. De lo contrario, se caería en una “patología de una pastoral enfermiza de la autosuficiencia”
Según Lorenzo Trujilla las parroquias deben llevar a cabo una “acogida afectiva” a los alejados de la Iglesia”, que ha explicado que se trata de “saber recibir al que viene, personalmente, afectivamente, misericordiosamente y con todo el respeto del alma” y explicarle “dónde está su fe, por qué no cree, qué es lo que le separa de la Iglesia, en un tono afectuoso, con un gran respeto, sin presionar, pero con mucha seriedad y verdad; todo ello es un elemento básico en la parroquia y tiene efectos multiplicadores, aunque a veces fracase”.
La acogida “tiene hoy en el cuidado pastoral una importancia muy grande, explicar en tono afectuoso al que llega que se le quiere, pero siempre con la verdad por delante, y nada de tolerancia relativista”.