Lo que cuesta trabajo hoy es renunciar a los odres viejosNo cabe duda que lo más difícil en la Iglesia no es tanto aceptar que vivimos un tiempo nuevo en el que debemos hacer nuestro el lema evangélico: “A vino nuevo, odres nuevos” (Mt 9,17). Es lógico que el vino nuevo se coloque en odres nuevos, pero lo que cuesta trabajo hoy es renunciar a los odres viejos.
Muchas veces tengo la sensación de que hay cosas que se hacen en la Iglesia por inercia; es decir, porque hay que hacerlas, ya que siempre se han hecho así y se continuarán haciendo de la misma manera. No entro a valorar si se hacen bien o mal; simplemente me planteo si los que las hacen, las hacen como funcionarios o como auténticos líderes que tienen corazón de pastor.
Hablar de funcionarios no tiene ninguna connotación despectiva para mí, ya que conozco muchos funcionarios públicos que son buenos trabajadores y responsables con sus tareas. Ahora bien, la Iglesia de Jesucristo no es una administración religiosa o una institución dispensadora de artículos religiosos, en la que debiéramos encontrar funcionarios religiosos. Creo que hoy se hace sentir la ausencia o la insuficiencia de un auténtico liderazgo en la Iglesia; donde no hay líderes, la gente hace lo que mejor le parece, como vemos en el libro de los Jueces. Como creo que las instituciones las hacen los individuos, necesitamos desarrollar el liderazgo cristiano para que la Iglesia realice su misión con un corazón de pastor y no de funcionario.
La Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios, es el Cuerpo de Cristo que tiene la tarea de continuar la obra salvífica que le ha sido encomendada. No podemos permitir que las estructuras ahoguen el espíritu misionero en la Iglesia; por eso, hay que vivir con libertad para dar fruto. Muchas veces observamos que nuestra organización ya no responde a las exigencias del mundo actual, al que tenemos que anunciar el Evangelio de Jesucristo; nos parecemos más a una gran institución con multitud de funcionarios religiosos, que a una auténtica comunidad que camina con agilidad y vive su razón de ser con la frescura y la simplicidad evangélica de los Hechos de los Apóstoles.
Hoy es necesaria una gran capacidad de reacción para despertar y hacer algo que nos permita ir cambiando las cosas, sin resentimientos contra nadie, sin rebeldías fuera de lugar, sin fanatismos de ningún signo. Tratando de ver las cosas desde otro punto de vista, empezando a vislumbrar otra manera de vivir la fe, más actual y más conforme al Evangelio; con más entusiasmo, radicalidad y autenticidad. En plena ortodoxia y siempre desde una espiritualidad de comunión, que nos permita ir dibujando un nuevo rostro de Iglesia que sea capaz de revolucionar el mundo entero, como lo hizo un puñado de discípulos del primer siglo (Hch 17,6).
Unido a esto, ya no podemos conformarnos con saber que tenemos el Espíritu Santo; debemos llenarnos del Espíritu Santo una y otra vez para que podamos incendiar el mundo con el fuego del amor de Dios, según el deseo del mismo Señor (Lc 12,49). Esta es la garantía que hará posible una Nueva Evangelización, ya que no se trata de un concepto para ser discutido sino de una acción que hay que emprender y llevar a cabo (evangeli-acción), porque es el amor de Cristo el que nos apremia (2 Cor 5,14).
Estoy convencido de que la elección del Papa Francisco es un signo profético para la Iglesia en este momento de la historia, en relación con un Nuevo y permanente Pentecostés que va a hacer posible una Nueva Evangelización llevada a cabo por Nuevos Evangelizadores, mensajeros abrasados que viven una fe al rojo vivo y que están dispuestos a anunciar y a proclamar el Nombre de Aquel que trae salvación y vida verdadera. Sin embargo, no podemos pretender que el Papa y los Obispos hagan todo el trabajo, ya que no tienen la exclusividad de la intuición ni del carisma; por eso, todos podemos y debemos hacer algo para ser una Iglesia más evangelizada y más evangelizadora, según el deseo de Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi.
Debemos aprovechar al máximo y salir al paso, como colaboradores de la obra del Espíritu Santo, de las constantes llamadas que el Papa Francisco nos está haciendo en relación con una Nueva Evangelización. Es tiempo de hacer lío, de salir afuera, de ir a las periferias para llevar el amor de Cristo al mundo entero; tenemos necesidad de sentir la carga por las almas, de manera que nos convirtamos en la respuesta y así nuestra carga se convierta en visión que nos motive y nos inspire para hacer una diferencia y ver la historia cambiar. Solo así vamos a poder vivir nuestra fe cristiana desde el amor a Dios y la compasión por las almas, sin posibilidad alguna para ser funcionarios nunca más.
Nosotros nos hemos tomado en serio la urgencia de esta invitación y ya estamos trabajando a corazón completo para cambiar la historia en este país, a través de una Nueva Evangelización. Buscamos inspirar la formación de Escuelas de Evangelización y Liderazgo, donde se aprenda y se capacite a las personas para ser discípulos al tiempo que evangelizadores; y deseamos colaborar activamente para levantar una red de comunidades en España que sea fundamento y garantía de una Nueva Evangelización, llevada a cabo por Nuevos Evangelizadores que hacen una apuesta por levantar una nueva generación.
“No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Voy a abrir un camino en el desierto y ríos en la tierra estéril“ (Is 43,18-19).
Por Onofre Sousa