La idolatría y la hipocresía también aparecen en la vida cristiana. El papa Francisco advirtió contra ambos “vicios”en la homilía celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano el 15 de octubre de 2013.
Para no ceder a la insidia de estos pecados, dijo, es necesario poner en práctica los mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo.
Francisco reflexionó sobre las trampas que hay en la vida de fe: convertirnos en apóstoles de nuestras propias ideas, o devotos del propio bienestar antes que Dios; hablar mal de alguien que no se adapta a ciertos formalismos, olvidando que el mandamiento “nuevo” del cristianismo es el amor al prójimo incondicional.
La idolatría hoy
El Papa partió de las palabras de san Pablo para estigmatizar el pecado de la idolatría, el de las personas que –con palabras del Apóstol- “incluso conociendo a Dios no lo han glorificado ni alabado como Dios”, prefiriendo adorar a las “criaturas antes que a Dios”.
Es una idolatría, afirma el Papa, que llega a “sofocar las verdades de la fe, en la que “se revela la justicia de Dios”.
¿Cuál es mi ídolo?
Las críticas de san Pablo estaban dirigidas, hace dos mil años, a los idólatras que se postraban ante reptiles, pájaros, cuadrúpedos…
Francisco sugirió que hoy este problema no se da, porque nadie adora a estatuas. No es así, objeta el Papa, la idolatría ha encontrado otras formas y modos:
Jesús invita a ir a la verdad
Si san Pablo define como necios a los idólatras, en el Evangelio de hoy, Jesús hace lo mismo con los hipócritas, personalizados en el fariseo que se escandaliza porque el Maestro no se ha lavado como tienen por costumbre antes de sentarse a la mesa.
“Vosotros, fariseos –replica Jesús- limpiáis el exterior del vaso y del plato, pero vuestro interior está lleno de avidez y de maldad”. Y añade:
Dad, más bien, en limosna lo que hay dentro, y he aquí que para vosotros todos se hará puro.