Que nadie permanezca indiferente ante el sufrimiento, la injusticia y la exclusión que sufren diariamente los migrantes
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La Comisión Nacional de Pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG), con ocasión del día nacional de las personas migrantes y refugiadas 2013, ha emitido un mensaje en el que toca, de forma angustiosa y urgente, la tremenda realidad que enfrentan los migrantes centroamericanos en su busca de un mejor futuro en Estados Unidos.
Cerca de 400 mil migrantes cruzan la frontera con México y se internan en el país hasta llegar a Estados Unidos; muchos de ellos –no existen registros específicos—provienen de Guatemala. Por eso, el mensaje de los obispos guatemaltecos resulta de particular relevancia para toda Centroamérica.
Los obispos de Guatemala, en el mensaje del Día Nacional de las Personas Migrantes y Refugiadas, escogieron el tema de “Migrantes, deportaciones e indiferencia, una llaga que debe ser sanada”.
“Es un tema para reflexionar juntos, con una mirada pastoral y solidaria sobre el drama humano y la difícil realidad que viven miles de personas migrantes que buscan mejorar su condición de vida y la de su familia, drama humano con frecuencia hecho más grave y más agudo por la apatía, la indiferencia, el irrespeto y la falta de solidaridad”, comienza diciendo la carta, firmada por monseñor Mario Fiandri, salesiano y obispo del vicariato apostólico de Petén, así como presidente de la Comisión Pastoral de Movilidad Humana.
La misiva reconoce que la migración es una constante humana no solamente por cuestiones económicas sino, últimamente, también por condiciones de violencia en los países expulsores (como Guatemala). Datos de la ONU afirman que hoy existe 214 millones de personas viviendo en un país distinto al que nacieron y 250 millones que cruzan las fronteras de los países y vuelven temporalmente al suyo. La migración interna alcanza ya los 750 millones de personas.
Posterior a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en el gran receptor de una segunda oleada de migrantes de Europa, mientras que la tercera oleada ha llegado desde América Latina y Asia. Tan sólo mexicano se calcula que hay 11 millones viviendo en EE UU.
Condiciones cada vez más duras
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 han agudizado las condiciones fronterizas y la vigilancia extrema del departamento de Seguridad de los Estados Unidos, provocando en los migrantes y sus familias una verdadera catástrofe humanitaria.
“Las políticas migratorias de los países desarrollados que atraen a los migrantes se caracterizan por los intereses particulares y la unilateralidad, sin buscar soluciones regionales y/o bilaterales”, escriben los obispos de la CEG, quienes acotan que “la nueva estrategia de control y cierre de la frontera EEUU-México, y contención en México, no ha reducido el flujo migratorio”.
En este sentido, las aprehensiones, aseguramientos y deportaciones de migrantes guatemaltecos tanto en México como en Estados Unidos han aumentado en los últimos años. De 2002 a la fecha, casi un cuarto de millón de guatemaltecos han sido deportados, mandados de regreso a su país, con la escalada de violencia que esto trae consigo.
“El aumento de las deportaciones coincide precisamente con el endurecimiento de la frontera: la construcción de más kilómetros de muro, el aumento del número de agentes fronterizos, las nuevas tecnologías y nuevas estrategias de vigilancia”, han subrayado los prelados guatemaltecos en su carta.
Para ellos, estas medidas y estrategias fronterizas “no han contenido el flujo migratorio, sino que sólo han provocado el aumento del costo del cruce irregular y un incremento de peligros y de muertes entre los que tratan de cruzar las fronteras”.
Más aún, “el endurecimiento de los controles fronterizos ha aumentado el riesgo de muerte después del año 2008, y al mismo tiempo, ha generado un efecto de ‘carrera hacia la frontera’, en que los migrantes buscan cruzarla antes de que se vuelva más difícil o imposible”.
También lastima la indiferencia política
La Pastoral de Movilidad Humana de la CEG ha mostrado, en el mismo documento como niños y adolescentes de ambos sexos, migrantes no acompañados; hombres y mujeres, “emigran cada día con la esperanza de una vida mejor y de una posible reunificación familiar, y nos preocupa grandemente la apatía e indiferencia casi general ante el drama humano de nuestros hermanos y hermanas migrantes”.
Otra cuestión que preocupa a la CEG es “la indiferencia política y -con frecuencia- un insuficiente y erróneo abordaje del problema de la movilidad humana de parte de gobiernos e instituciones estatales que tienen directa relación y responsabilidad en la administración de los flujos migratorios en los países de origen, tránsito y destino de los migrantes”
Con este panorama de fondo, los prelados del país centroamericano lanzaron una voz de alerta, que los incluye a ellos mismos, para que nadie permanezca indiferente ante el sufrimiento, la injusticia y la exclusión que sufren diariamente los migrantes.
“Ante este grave drama humano de tantos migrantes, que interpela y sacude nuestra conciencia cristiana, no podemos quedar indiferentes, sino que debemos de reaccionar con actitudes positivas de sensibilidad y solidaridad”, escribieron los obispos de la CEG. Llamado que busca materializarse en “gestos concretos de solidaridad hacia los migrantes y sus necesidades”.
Los obispos de Guatemala terminan recordando que “en la Iglesia nadie es extranjero” y que se debe motivar y renovar los valores “de una Iglesia samaritana y acogedora, solidaria y servicial, que anuncia, denuncia y actúa a la luz del evangelio”.