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Cuba: ¿Y ahora qué?

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Patricia Navas - publicado el 16/09/13

Las esperanzas de los obispos: un nuevo orden político, el fin definitivo del Estado paternalista y libertad responsable para los cubanos

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Las esperanzas de un futuro mejor para Cuba incluyen un nuevo orden político, que el Estado participativo sustituya definitivamente al Estado paternalista, una inserción más dinámica y segura en el contexto internacional y favorecer el cultivo de la virtud entre los cubanos, que deben poder disfrutar de una libertad responsable. Lo señalan los obispos del país en la carta pastoral “La Esperanza no defrauda”, publicada este domingo 15 de septiembre.

“Como ha venido ocurriendo en el aspecto económico, creemos imprescindible en nuestra realidad cubana una actualización o puesta al día de la legislación nacional en el orden político”, señala la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba en la Carta pastoral.

Los obispos defienden una sociedad plural, el “derecho a la diversidad con respecto al pensamiento, a la creatividad, a la búsqueda de la verdad”, y el diálogo entre los diversos grupos sociales como “el único camino para lograr y sostener las transformaciones sociales que tienen lugar en Cuba”.

En este sentido, recuerdan la acción mediadora de la Iglesia, que en el pasado reciente ha conducido a la excarcelación de decenas de presos, y apuntan que este camino “debería extenderse también a otros sectores y grupos de la nación”.

Libertad

El episcopado también destaca que “toda la humanidad, y en ella nosotros cubanos, estamos llamados a disfrutar de aquella libertad querida por Dios que permite al hombre obtener para sí y su familia los frutos de un trabajo digno y participar de las decisiones que le afectan en su futuro personal, familiar y social”, declaran.

“Sin embargo, no basta con eso”, añaden, en referencia a la necesidad de vivirla responsablemente: “Tener en cuenta al otro, ayudándolo, ése es uno de los límites esenciales de mi libertad”, recuerdan.

En este sentido, el episcopado advierte en su carta que “la estructuración y organización de las sociedades y gobiernos, tanto ayer como hoy, pueden generar grupos de poder que no siempre representan a todos y no se interesan por aquellos que están fuera de su círculo de pertenencia. Estos grupos anteponen sus intereses a los de sus semejantes, a quienes llegan a ignorar, e incluso, aniquilar socialmente”.
Criticando el “paternalismo estatal”, la carta indica que “un gobierno responsable del destino común de los ciudadanos debe compartir también su responsabilidad de cuidar de todos con ellos mismos”.

“El Estado participativo debe sustituir definitivamente al estado paternalista –indican los obispos, defendiendo el principio de subsidiariedad-. No se debe temer al desarrollo de una autonomía social fuerte y responsable, potenciada desde la base y de acuerdo con las normas de la convivencia civilizada, capaz de desarrollar un trabajo fraterno, según los grupos de interés y las necesidades específicas que unen y animan a diversos grupos humanos en la búsqueda de soluciones propias, sin necesidad de esperar las respuestas y soluciones desde arriba”.

Sólo el principio

Los obispos afirman que se ha abierto una etapa de la historia de Cuba, un proceso de reformas cada vez más amplias, y realizan una evaluación de los cambios logrados en los últimos veinte años tomando como referencia la carta pastoral “El amor todo lo espera” publicada en 1993.

Entre los cambios, destacan “el retorno de las escuelas secundarias e institutos preuniversitarios a las ciudades, que acerca a los adolescentes y jóvenes a sus familias, la puesta en libertad de presos por sus ideas políticas y otras causas, el usufructo de tierras para el cultivo, la eliminación de ciertas medidas restrictivas que atentaban contra la dignidad de los ciudadanos por ser limitaciones impuestas a la libertad misma de los cubanos, como son las prohibiciones de hospedarse en los hoteles, de crear una pequeña empresa privada o familiar, vender y comprar propiedades o viajar al exterior, etc.”. 


Para los obispos, “la urgencia de estos cambios encuentra su fundamento en una experiencia vivida desde las limitaciones, la escasez, la falta de progreso personal o familiar de no pocos cubanos”, que lleva a muchos jóvenes a emigrar.

Sin referirse explícitamente al comunismo, la carta señala que la resistencia interna al cambio “se debe también a una mentalidad, o modo de pensar, sustentada en los factores ideológicos que estuvieron en su origen y desarrollo, que se han prolongado en el tiempo sin tener en cuenta que nuestra realidad ha evolucionado”.

En Cuba la pobreza sigue muy extendida, constatan los obispos, refiriéndose tanto a la material, “producto de salarios que no alcanzan para sostener dignamente a la familia”, como a otras formas que afectan a las personas más vulnerables y desamparadas.

Y destacan también que la pobreza que afecta a personas instruidas, como ingenieros, médicos, profesores, pescadores y deportistas, que son “los que más pueden ayudar a eliminar la pobreza”.
Este capital humano debe ser tenido en cuenta en los planes de reforma, destacan los obispos, y añaden que cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos.

Respecto al encaje de Cuba en el mundo, los obispos resaltan el cambio operado en la política exterior orientada actualmente hacia América Latina, pero advierten que las relaciones no pueden limitarse a la región latinoamericana y destacan especialmente la importancia de la relación con los Estados Unidos.

Por otra parte, los obispos constatan que “la vida familiar en Cuba se encuentra muy deteriorada con graves consecuencias que repercuten en la vida de las personas y de la sociedad”, por ejemplo en determinadas manifestaciones de conducta y en la moralidad pública.

“Ante esto –añaden- consideramos que no son suficientes las medidas de exigencia y de disciplina, sino que se hace apremiante un proceso educativo que favorezca, en todos los cubanos, el deseo de ser buenos y la práctica de la virtud”.

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