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¿Qué postura debe tener un católico ante la posible intervención en Siria?

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Julio de la Vega-Hazas - publicado el 09/09/13

Una reflexión desde la doctrina social de la Iglesia

He de decir, en primer lugar, que ya existe una guerra en Siria y que ésta se ha cobrado ya más de 100.000 muertos, por lo que existe una realidad de guerra que no es posible ocultar. Además, no hay muchas semejanzas con la guerra de Irak de 2003. La de Siria es una guerra civil, y una guerra entre musulmanes. Se ha convertido en una guerra entre sunitas y chiitas (la minoría alawita, a la que pertenece Assad, es un derivado del chiismo). Mucho me temo que se odian demasiado como para lograr un acuerdo pacífico, y, como a fecha de hoy los bandos están bastante igualados, la victoria de cualquiera de ellos dejará un país desolado.

Lo que se plantea en la actualidad es una intervención militar de castigo hacia uno de los bandos –el de Assad- por haber utilizado presuntamente gas sarín –un potente neurotóxico- que ha causado la muerte al menos a varios centenares de civiles. ¿Qué se puede decir sobre este particular?

La doctrina de la Iglesia sobre la guerra y la paz figura en los nn. 2302-2317 del Catecismo de la Iglesia Católica. No voy a resumirlo aquí, pues es un texto sumamente accesible, pero sí haré algunas aclaraciones. La intervención militar debe ser un recurso final, legítimo –aparte de tener que cumplir otras condiciones- solo en caso que los medios pacíficos se hagan imposibles. Ahora bien, conviene recordar aquí que las decisiones morales solo pueden funcionar con certezas morales, no absolutas. O sea, en teoría siempre hay una posibilidad de que un agresor cambie de postura, o incluso de un milagro, pero aquí la certeza es de otro orden: se da cuando se está razonablemente convencido de que no se atiende a otras razones.

Otra aclaración pertinente es que la legítima defensa no debe interpretarse como defensa propia, aunque se haga así a menudo. Limitarla a la defensa propia en cierto modo consagraría el egoísmo, pues equivale a decir que lo que suceda a otras personas fuera de mi país es algo que no me importa. Significa la defensa de quien debe ser defendido, por sufrir una injusta agresión, sea propio o ajeno.

 Hechas estas precisiones, las podemos aplicar a lo que pasa en Siria. ¿Se dan las condiciones del n. 2309 del Catecismo en este caso? Por una parte, se ha declarado que no se iba a tolerar el empleo de armas químicas como el sarín, y es previsible que si se deja pasar lo sucedido sin hacer nada se utilice bastante más en el futuro. Por otro lado, es posible que si se interviene se produzca lo que se viene en llamar una escalada del conflicto, rebasando las fronteras sirias. Por eso, se trata de una decisión prudencial, respecto a la cual se puede pensar lo que se quiera; en todo caso, el mismo punto señala que la apreciación de estas condiciones corresponde “al juicio prudente de quienes están a cargo del bien común”. Esto incluiría también el permitir que se investigue lo suficiente para determinar la certeza de la acusación de haber utilizado ese gas.

La Iglesia, por supuesto, debe exhortar a la paz y pedir que se rece por la paz. Pero no creo que en este caso haya algo parecido a una condena por una intervención limitada para evitar el gaseamiento de la población. Si es que este extremo se comprueba.

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