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Ya decía Noelle Neumann, la autora de la “Espiral del Silencio”, que a la postre la opinión pública no es otra cosa que la opinión que somos capaces de dar sin sonrojarnos. Con ocasión de la bríos belicistas del presidente Obama para intervenir en Siria, resulta interesante echar una ojeada en los “ecos” del debate público en España para ver como cambian las cosas.
No han pasado tantos años del “no a la guerra” de la izquierda en la famosa movilización “de la ceja”. Pero ahora el clan de los actores y cantantes subvencionados está mudo y los políticos que les daban las consignas si dicen algo lo hacen con la boca pequeña. Lo mismo podríamos decir del más circunspecto pero igualmente firme “si a la guerra” de la derecha, en la que se ha despertado una especie de devoción por las cautelas de Naciones Unidas. Por obvio, me ahorro un mayor abundamiento en las razones de este cambio, como que ni Obama es tan distinto de Bush, ni Rajoy tan parecido a Aznar.
En cambio, si me interesa ahondar en la repercusión de esta relajación del debate público en los ámbitos eclesiales. Con la misma firmeza con la que entonces el beato Juan Pablo II se opuso a la intervención militar en Irak, se ha opuesto el Papa Francisco a la intervención militar en Siria. ¿Y la opinión pública católica española, como ha reaccionado ahora? ¿Igual que entonces?
Podríamos encontrar un paralelismo con la opinión pública en general: predomina el silencio vergonzante. Para salvar el paralelismo podíamos constatar que con un presidente norteamericano demócrata y además Premio Novel de la Paz, algunos ámbitos eclesiales no muestran el mismo pacifismo que antaño. Pero son los menos.
Donde el paralelismo encaja como anillo al dedo es en la reacción de no pocos católicos conservadores, que entonces apoyaban la intervención militar abiertamente, y que en cambio ahora enmudecen. No lo hacen no por secundar al Papa Francisco, al que siguen mirando con inconfesable recelo, sino porque ha enmudecido la consigna de la derecha política. Esa a la que de siempre una parte importante del catolicismo español secunda a ciegas, mientras considera “meterse en política” tanto los eventuales pronunciamientos del magisterio sobre cuestiones temporales, como los principios de la Doctrina Social de la Iglesia en los que estos se fundamentan. La única oportunidad para la paz y la justicia, en la Iglesia y en el mundo, es siempre la oportunidad de las ideas, no de las consignas.