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Carta a Barack Obama (y a los Señores de la Tierra)

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Eliseo del Deserto - publicado el 03/09/13
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¿No siente la responsabilidad de tener a la humanidad en sus manos?

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Estimado Presidente de los Estados Unidos,
 
Le escribo preocupado por lo que esta sucediendo en Siria en este momento. Leo que todo el mundo pende de una palabra de sus labios. ¡Una palabra y habrá guerra! ¡Debe ser una sensación tremenda! Tener en las manos la suerte de la humanidad y de la historia.
 
Soy un joven de treinta años, mi pseudónimo es Eliseo Del Desierto. En el último mes he provocado la atención de la web, también en los Estados Unidos (segundo puesto en la clasificación de visitas a mi blog), por algunas cartas que he escrito. Esta vez, en cambio, ¡no hablaré de mi homosexualidad! Frente a la amenaza de una guerra no sirve ninguna clasificación.
 
Decir “guerra” es decir “muerte” para mí, que soy un ignorante. Y frente a la muerte nos redescubrimos todos en lo que verdaderamente somos: pequeños, frágiles, mortales. ¡Polvo! ¡Sin distinciones!
 
¡La humanidad hoy está en sus manos! En efecto, la humanidad está desde siempre en las manos de otros hombres. Vosotros Señores de la Tierra ¿no os sentís terriblemente angustiados ante esta responsabilidad? Vuestras decisiones pueden destruir vidas, romper sueños, infligir sufrimientos, banalizar la lucha cotidiana de hombres honestos que bregan por un futuro mejor; y aun causar hambre y pobreza, violentar la dignidad, descuajar historias de amor, asesinar hijos, escandalizar inocentes, generar odio y más odio.
 
La historia ¿no está jamás satisfecha del dolor? Sin embargo, el hombre todavía inmola la inocencia por no saber encontrarse verdaderamente con el otro, por no escuchar razones, porque se siente amenazado. Hay quien dice que la guerra y la fuerza son necesarias al menos para defenderse. Yo pienso que la guerra es siempre una forma de defensa aun cuando se ataca. Usamos la fuerza porque no somos capaces de mirarnos a la cara, de escuchar nuestras necesidades más profundas, de mostrarnos desnudos y vulnerables frente a otro. Vamos a la guerra porque no somos capaces aún de ser hombres y entonces nos despedazamos como hacen las bestias.
 
¿Se puede parar una injusticia con otra injusticia? Porque, aunque necesaria, la guerra no podrá nunca ser realmente justa.
 
Más allá de toda idea, etnia, religión, confín geográfico y objetivo militar, hay millones, miles de millones de corazones que sueñan con ser felices, libres, que aman y buscan otros corazones, que en el fondo esperan realizar sus propios sueños y por ello luchan cada día, pero sin armas, solo con la fuerza de su voluntad y paciencia.
 
¿De verdad estáis tan satisfechos que no sentís más la sed de paz y libertad que está en lo profundo del hombre, de vosotros mismos? Mr. Obama ¿Usted no tiene más sed? ¡No lo creo! ¿Cuáles son tus sueños Barack? ¿No sois vosotros los americanos quienes nos enseñaron esto? Con vuestros films el mundo ha aprendido a soñar. ¡Por esto aman tanto a América!
 
¡Mr. Obama! Me siento un poco estúpido al escribir esta carta que probablemente no leerá. Sé bien que mis razonamientos no valen nada frente a la urgencia de una intervención delicadísima, en la que convergen tantas cuestiones políticas que humanamente parecen imposibles de resolver.
 
Tuve un abuelo que ha llorado hasta el último de sus días, cada vez que recordaba lo que había vivido mientras combatía durante la segunda guerra mundial. Yo no he estado en la guerra, ni siquiera en el servicio militar, pero esta carta la escribo con la tinta de sus lágrimas, todavía fresca después de setenta años.
 
No sé nada de política, nada de la guerra. Sé que la vida es deseo, es búsqueda de la felicidad y la esperanza, hasta el fin. Se lo digo a Ud. como a todos los que están implicados en los diversos aspectos de la cuestión siria: “¡No nos robéis la esperanza!”
 
Un saludo confiado.

(Artículo tomado con permiso del blog Eliseo del Deserto)

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