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Una mirada atrás: 55 años de la Primavera de Praga

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Enrique Chuvieco - publicado el 02/09/13

El pasado 20 de agosto, una improvisada exposición en esta ciudad recordaba aquellos amargos momentos

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Eran las 23:00 horas del 20 agosto de 1968 cuando el estruendo de tropas, aviones y material de guerra de países del Este, comandados por la URSS, entraban en Praga para abortar su Primavera. Taponaban así violentamente la que desde enero de aquel año era un manantial de libertad que parecía reblandecer las duras estructuras impuestas por el comunismo reinante en la órbita del Telón de Acero.

Eran alrededor de las 19:00 horas del pasado 20 de agosto de 2013 cuando un grupo de ancianos que vivieron aquellos terribles y desilusionantes momentos levantaban varios paneles con fotografías y una tanqueta de época para recordar los 55 años de aquella invasión, en el ancho bulevar Wenceslao de la ciudad del Moldava. Tres días más tarde no quedaba ni rastro de la muestra en la secular plaza, colmada de paseantes y engullidores de hamburguesas y otros preparados de los kioskos que tachonan el lugar y de los turistas que buscaban los cambios de moneda más ventajosos en las oficinas que flanquean la plaza de 628 de largo por 60 de ancho en honor del santo patrono de Bohemia.

Con nocturnidad y sin aviso previo

Un despertar cruel aconteció al día siguiente de agosto de 1968 a los checos que volvían de vacaciones y a la actriz Shirley Temple, alojada en el hotel Alcron, cuando observaron que más de 600.000 soldados, 2.300 tanques y 700 aviones del Pacto de Varsovia. Finalizaba a un sueño que había comenzado con las reformas impulsadas por algunos dirigentes del propio Partido Comunista Checo, principalmente Alexander Dubcek, que fueron apoyadas por estudiantes e intelectuales, entre ellos Václav Havel, que luego fuera el último presidente de la República de Checoslovaquia y el primero de la República Checa.

La estrella estadounidense fue recogida a las pocas horas por un vehículo de la Embajada de su país. Muy distinta fue necesariamente la actitud de las autoridades checas reprobando la invasión en los siguientes términos: ”Ayer, el 20 de agosto de 1968, las tropas de la Unión Soviética, República Popular de Polonia, República Democrática de Alemania, República Popular de Hungría y República Popular de Bulgaria, cruzaron las fronteras de la República Socialista de Checoslovaquia. Ello ocurrió sin haber sido previamente informados el Presidente de la República, el presidente de la Asamblea Nacional, el primer ministro y el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de Checoslovaquia y los órganos mencionados”.

Fuera censura en los meses previos

En enero de 1968, los planteamientos de Dubcek iban abriendo brecha frente a los inmovilistas del secretario general del PC, Antonin Novotny. Antes de la supresión de la censura, la medida más innovadora dictada, monseñor Tomasek pedía en marzo la rehabilitación del cardenal Beran en su sede episcopal y libertad para sacerdotes, religiosos y fieles que habían sido apartados de sus respectivas diócesis.

El siguiente paso llegó en abril con una tímida liberalización económica, libre creación de partidos -siempre que aceptaran el modelo socialista-, igualdad nacional entre checos y eslovacos, liberación de presos políticos y derecho de huelga, sindicatos independientes y libertad religiosa

Pero no fue esto último lo que irritó al presidente Breznev y a los “halcones” del el Kremlin, sino la apertura a la libertad de expresión, pues veían en ello una amenaza a todo el bloque soviético.

En julio de 1968, dirigentes del Pacto de Varsovia, reunidos en la capital polaca, dirigieron un escrito colectivo al partido checoslovaco. Dubcek se negó a aceptar la carta y a viajar a Moscú. Esta fue la esperada coartada para la invasión y posterior represión, que no alcanzaría las duras cotas de Hungría en 1956, pero que lapidó a una cuarta parte del PC checo y exilió a Dubcek a su Eslovaquia natal, donde ejercería de guardia forestal hasta el final de su vida.

Y después se llenaron las iglesias

Tuvo que llegar septiembre de 1989 para la Revolución del Terciopelo, bajo la égida de Václav Havel y el Foro Cívico, quienes continuaron las revueltas que se iban produciendo desde años atrás en los distintos países del entorno soviético. Todo quedó rubricado con la caída del Muro de Berlín en noviembre de aquel año. Havel había descubierto los flancos débiles del sistema con la fuerza de la resistencia pasiva que expuso en ese manual de humanidad inteligente que es El poder de los sin poder.

Pronto comenzaría una nueva primavera en las iglesias con la afluencia masiva de checos, que se fue enfriando con el paso de los años hasta convertirse actualmente en uno de los países europeos con mayor número de ateos.

Durante la época de hierro, personajes como los cardenales Tomasek y Beran habían unido y fortalecido a los católicos y a la sociedad checa con su resistencia y cárcel. Así lo refrendó en 1969 el cardenal Beran en un radiomensaje: "Ha llegado la hora de olvidar el pasado. No consumamos en el odio nuestras energías espirituales, invirtámoslas en la concordia, en el trabajo, en el servicio de nuestros hermanos, en una nueva prosperidad de Checoslovaquia. Vosotros me preguntáis cómo puedo desde el exilio hablaros así. Os respondo: lo puedo porque lo debo; yo soy en Cristo vuestro maestro, vuestro guía, vuestro amigo, vuestro padre".

Tags:
comunismo
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