La lluvia obligó a cambiar la sede de los eventos, lo cual ocasionó grandes gastos que ahora la diócesis afronta vendiendo edificios: todo un ejemplo
La arquidiócesis de Río de Janeiro ha organizado uno de los eventos de evangelización más grandes de la historia, la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Ahora, sin embargo, tiene que afrontar el enorme costo logístico provocado por la extraordinaria lluvia y el frío de aquellos días.
Cuarenta y ocho horas antes de los eventos más importantes de la JMJ, la vigilia con el Papa del 27 de julio y la misa del día después, monseñor Orani João Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro, anunciaba que los eventos se trasladaban a la playa de Copacabana, pues el lugar previsto, la gran explanada con el palco monumental de Guaratiba, bautizado como “Campus Fidei”, estaba inundado.
El agua y el frío habrían puesto en peligro la salud de los jóvenes que debían pasar toda la noche en el lugar, esperando el último gran encuentro con el Papa.
El arzobispo, presidente del Comité de organización del evento, tomó una decisión por el bienestar de los jóvenes a pesar de que bien sabía que esto comportaría costos enormes.
Se habían gastado millones de euros en obras estructurales para la creación de la explanada de Guaratiba, que debía albergar el encuentro más multitudinario de la historia de Brasil, así como en los servicios propios de un evento de estas características.
En Guaratiba se habían instalado 4.500 baños químicos, 32 centros para la distribución de alimentos, 600 lavabos y 500 fuentes; así como un sistema para la purificación y distribución de agua potable. La organización había tenido que afrontar también el transporte de los jóvenes hasta el lugar, algo alejado de Río, así como un parking para que los autobuses pudieran estacionar.
Las inclemencias del tiempo obligaron a renunciar al espectacular palco de Guaratiba, creado por el arquitecto Joao Uchoa, inspirado en las grandes catedrales góticas. Y no sirvieron para nada los enormes megáfonos y las grandes pantallas que se habían instalado para que los jóvenes pudieran seguir la voz y la imagen del Papa.
El cambio a Copacabana suponía por tanto un gasto mucho mayor, obligado por las circunstancias, aunque el resultado fue una fiesta de fe única en el maravilloso escenario de la playa carioca más famosa. Muchos de los servicios necesarios tuvieron que instalarse y pagarse dos veces.
Ahora la Iglesia en Brasil ha confirmado, sin dar cifras, la noticia de la venta de una propiedad inmobiliaria, en el barrio de Sao Cristovao, de Río de Janeiro, a los propietarios y gestores de la clínica privada "Rete D'OR", que alquilaban desde el año 2001.
El edificio pertenece a la Casa de los Pobres de Nuestra Señor de Copacabana, una organización eclesial bajo la jurisdicción de la arquidiócesis.
Según escribe el diario "Folha de Sao Paulo", el edificio habría sido cedido por unos 20 millones de dólares. El vicepresidente del Comité de organización de la JMJ, monseñor Paulo Cezar Costa, no ha querido hablar de las cifras de la venta ni de las deudas.
Su único comentario ha sido: “No queremos vender muchos inmuebles, en parte porque no tenemos mucho que vender”. La dirección de la clínica ha confirmado la operación.
¿Qué es más importante mantener edificios u ofrecer a la Iglesia universal una oportunidad de evangelización, en la que han participado físicamente más de tres millones y medio de personas? Centenares de millones de personas siguieron y apoyaron con la oración aquel evento gracias a los medios de comunicación en todo el mundo.
Con su ejemplo de generosidad, la arquidiócesis de Río de Janeiro vive la llamada del Papa a la Iglesia a salir de sí misma para avanzar hacia las periferias de la evangelización.