El clericalismo, la peor tentación de los cristianos

El historiador mexicano, Jorge Traslosheros Hernández es profesor e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y una de las voces católicas más escuchadas en los medios de comunicación de este país. 

Recientemente, junto con otros investigadores del Centro de Investigación Social Avanzada, de donde el propio Traslosheros es consejero, ha publicado un estudio intitulado Avanzando hacia la libertad religiosa.  Sobre todo en el debate sobre la despenalización del aborto, Traslosheros ha fungido como una presencia firme y cercana a la doctrina de la Iglesia, pero con la capacidad de dialogar con el mundo de hoy.

Fiel seguidor de la actualidad de la Iglesia latinoamericana, ha siso entrevistado por Aleteia en torno al encuentro del Papa Francisco con el grupo de coordinación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), durante su viaje a Brasil.  En opinión de Traslosheros, este encuentro es decisivo pues “describe claramente la hoja de ruta de la Iglesia en la “Patria Grande”, de la América Latina.

– ¿Qué confirmó, en su opinión, el encuentro del Papa Francisco con la dirigencia del CELAM?

Confirmó la reunión de Aparecida (Brasil, 2007) como clave de lectura de la misión de la Iglesia. Del acontecimiento ponderó la experiencia de comunión, su apertura al diálogo y el ambiente de oración. No hubo “alguien” que diera línea sobre “la neta” del quehacer eclesial. Se logró la unidad porque se valoró e incorporó la diversidad, para concentrar esfuerzos en un punto: que cada católico se convierta en discípulo y misionero de Jesús, ahí donde Dios le haya puesto, siempre en comunión con la Iglesia.

– ¿Existe algo así como un núcleo central de Aparecida?

El corazón de Aparecida es la misión continental y tiene dos dimensiones: la programática que consiste en realizar actos misioneros y, la paradigmática que implica “poner en clave misionera la actividad habitual de las Iglesias particulares”. Así, los cambios serán producto de la dinámica misionera.

No hay recetas. Cada católico dentro de su comunidad, cada Iglesia local tiene que discernir para encontrar los caminos adecuados. Esto implica necesariamente un diálogo con el mundo cuyo significado, señaló el Papa, se explica en el Vaticano II.

– Fue un discurso muy duro, sobre todo por las “tentaciones” en las que puede caer –concretamente—la Iglesia en América Latina, ¿no le parece?

Sí, por supuesto que sí.  Resumiendo, el Papa identificó tres tentaciones que amenazan con desviar el camino de la Iglesia. Invitó a conocerlas para discernir con “lucidez y astucia evangélica” y así tomar las mejores decisiones. Son la ideologización del Evangelio, el funcionalismo y el clericalismo.

– ¿Podría explicar un poco en qué consisten estas “tentaciones”?

La primera –la ideologización del Evangelio– pretende encontrar las claves de interpretación del Evangelio fuera del Evangelio y de la Iglesia. Tiene cuatro variantes: el psicologismo que disminuye la fe a experiencias buena-onda; el gnosticismo que la intelectualiza para reducirla a los grandes debates, algo tan propio de “católicos ilustrados”, criticones y sin comunión real con la Iglesia; los pelagianos quienes, desconfiados de la gracia de Dios, centran sus esfuerzos en soluciones disciplinarias, inamovibles y misoneístas y; el “reduccionismo socializante” que busca interpretar según las ciencias sociales y nada más.

La tentación funcionalista paraliza la acción de la Iglesia al reducirla a una ONG, o cosa parecida como una empresa. Lo que importa es el resultado, la eficacia, los números. En México conocemos bien sus consecuencias. Basta con ver los estragos que causó en los Legionarios de Cristo. ¿Se requiere más explicación?

Finalmente, la tentación clericalizante reduce la experiencia eclesial a la operación del clero. Los laicos somos expertos en la materia pues así evitamos compromisos. Es curioso. Los católicos ilustrados son los más grandes clericalistas de cuantos hay. Siempre tan “críticos”, tan “expertos”, se la pasan echándole la culpa de cualquier problema a los obispos sin tomar su lugar en la comunión de los bautizados.

– Y de las tres, para usted, ¿cuál es la peor?

Tengo para mí que, la gran tentación es el clericalismo y los laicos tenemos gran responsabilidad en el problema. Es muy fácil evadir el gozo de ser cristiano cargando de bultos al sacerdote. El clericalismo, en mucho, es miedo.