La Iglesia no aprueba su explotación salvaje, sino el respeto a la creación
“La Iglesia no está en la Amazonia como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado todo lo que ha podido. La Iglesia está presente en la Amazonia desde el principio con misioneros, congregaciones religiosas, y todavía hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona”.
Lo afirmó el Papa Francisco en su encuentro privado con los obispos del Brasil, con quienes almorzó el sábado 27 de julio en la Sala Juan Pablo II del Arzobispado de Río de Janeiro.
El Pontífice quiso mantener este encuentro con el episcopado más grande del mundo (275 diócesis), para hablarles sobre los retos que encuentra la Iglesia en este país, que son de alguna forma los que enfrenta en general la América Latina, y toda la Iglesia universal.
Particularmente, el Papa habló a los prelados del problema de la Amazonia, como un “test” para la Iglesia en Brasil, según indica el documento hecho público por la Santa Sede sobre este encuentro. En realidad, este problema ya se puso de manifiesto en la Conferencia de Aparecida de 2007, de la que el Papa ha declarado muchas veces que constituye la clave de su magisterio.
“Quisiera invitar a todos a reflexionar sobre lo que Aparecida dijo sobre la Amazonia, y también el vigoroso llamamiento al respeto y la custodia de toda la creación, que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla salvajemente, sino para que la convierta en un jardín”, afirmó.
Al respecto, quiso alabar el trabajo de los obispos en la Amazonia a través de la Comisión Episcopal especial creada en 1997, gracias a la cual las diócesis brasileñas han enviado muchos misioneros y evangelizadores a la zona.
Pero, añadió el Papa, esta obra debe profundizar aún más: “se necesitan instructores cualificados, sobre todo profesores de teología, para consolidar los resultados alcanzados en el campo de la formación de un clero autóctono, para tener también sacerdotes adaptados a las condiciones locales y fortalecer, por decirlo así, el «rostro amazónico» de la Iglesia”.
El reto de la formación
El Papa habló varias veces en su intervención del pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, como figura del hombre de hoy que se marcha de la Iglesia, y al que hay que salir a buscar de nuevo.
¿Cómo conseguir que el hombre de hoy escuche otra vez? La clave está, afirmó Papa Francisco, como dice el Evangelio, en hacerles “inflamar el corazón”. Y aquí puso un reto importante a la Iglesia: el de formar ministros “capaces de enardecer el corazón de la gente, de caminar con ellos en la noche, de entrar en diálogo con sus ilusiones y desilusiones, de recomponer su fragmentación”.
La formación que propuso el Papa no es tanto teológica, sino ante todo espiritual: “crear personas capaces de bajar en la noche sin verse dominadas por la oscuridad y perderse; de escuchar la ilusión de tantos, sin dejarse seducir; de acoger las desilusiones, sin desesperarse y caer en la amargura; de tocar la desintegración del otro, sin dejarse diluir y descomponerse en su propia identidad”.
Se necesita, añadió, “una solidez humana, cultural, afectiva, espiritual y doctrinal”, para lo cual pidió a los obispos “tener el valor de una revisión profunda de las estructuras de formación y preparación del clero y del laicado de la Iglesia en Brasil”.
“No es suficiente una vaga prioridad de formación, ni los documentos o las reuniones”, afirmó el Papa. “La situación actual exige una formación de calidad a todos los niveles. Los obispos no pueden delegar este cometido. Ustedes no pueden delegar esta tarea, sino asumirla como algo fundamental para el camino de sus Iglesias”.
Comunión, no unanimidad
Otra de las cuestiones que planteó seriamente el Papa fue la de la forma de gobierno de la Iglesia y el papel de la Conferencia Episcopal: “a la Iglesia en Brasil no le basta un líder nacional”, “no la unanimidad, sino la verdadera unidad en la riqueza de la diversidad”.
“La comunión es un lienzo que se debe tejer con paciencia y perseverancia, que va gradualmente «juntando los puntos» para lograr una textura cada vez más amplia y espesa. Una manta con pocas hebras de lana no calienta”, añadió.
“No es suficiente una burocracia central, sino que es preciso hacer crecer la colegialidad y la solidaridad: será una verdadera riqueza para todos”.
Otro de los retos es el de redescubrir el rostro misericordioso de la Iglesia: la «pastoral», dijo el Papa, “no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano… Se requiere, pues, una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia”.
“Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de «heridos», que necesitan comprensión, perdón y amor”, añadió.
Al hilo de esto, el Papa quiso hablar también del papel de la mujer en la Iglesia, que describió como “fundamental” para la transmisión de la fe: “No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial. Si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad”.
Por último, habló a la Iglesia de su misión de “anunciar el Evangelio de modo integral, aun cuando esté en contraste con el mundo, cuando vaya contracorriente, defendiendo el tesoro del cual es solamente guardiana, y los valores de los que no dispone, pero que ha recibido y a los cuales debe ser fiel”.
“Las urgencias de Brasil son la educación, la salud, la paz social. La Iglesia tiene una palabra que decir sobre estos temas, porque para responder adecuadamente a estos desafíos no bastan soluciones meramente técnicas, sino que hay que tener una visión subyacente del hombre, de su libertad, de su valor, de su apertura a la trascendencia. Y ustedes, queridos hermanos, no tengan miedo de ofrecer esta contribución de la Iglesia, que es por el bien de toda la sociedad”.
Queridos hermanos, he tratado de ofrecer de una manera fraterna algunas reflexiones y líneas de trabajo en una Iglesia como la que está en Brasil, que es un gran mosaico de teselas, de imágenes, de formas, problemas y retos, pero que precisamente por eso constituye una enorme riqueza. La Iglesia nunca es uniformidad, sino diversidad que se armoniza en la unidad, y esto vale para toda realidad eclesial.
Brasil y el Concilio Vaticano II
El Papa, por otro lado, quiso mostrar su “aprecio” por la trayectoria de la Iglesia en Brasil, un aprecio que comparte con los anteriores pontífices, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.
“La Iglesia en Brasil ha recibido y aplicado con originalidad el Concilio Vaticano II y el camino recorrido, aunque ha debido superar algunas enfermedades infantiles, ha llevado gradualmente a una Iglesia más madura, generosa y misionera”, afirmó el Pontífice.