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DOCUMENTO: Misa de Apertura de la JMJ en Copacabana

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Aleteia Team - publicado el 23/07/13

Homilía del arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani Tempesta

Queridos jóvenes:

¡Estamos iniciando la Jornada Mundial de la Juventud Río 2013! ¡Sed todos bienvenidos! ¡Esta ciudad maravillosa se ha vuelto aún más hermosa con vuestra presencia! Una gran alegría nos invade: ¡estáis aquí! ¡Habéis venido de todos los lugares de la Tierra! ¡Durante estos días, esta será vuestra a casa! ¡Estáis siendo parte de nuestra familia en este hermoso e importante momento de la historia!

A todos los que llegan cansados por la duración del viaje o por la caminata: este tempo es para estar con el Señor Jesucristo para vivir como discípulo suyo. Esta experiencia nuestra tendrá como consecuencia el entusiasmo misionero. ¡Id y haced discípulos!

Esta arquidiócesis de San Sebastián de Río de Janeiro acoge con gran responsabilidad la elección hecha por el Papa Benedicto XVI, hoy emérito, anunciada al final de la Misa en Madrid en Agosto de 2011. Le agradecemos la elección y las orientaciones, por el tema de la JMJ y por su apoyo.

Sin embargo, providencialmente, esta Jornada estaba destinada a ser una Jornada que, por segunda vez, al volver a América Latina después de 26 años, pudiese ser el lugar de acogida del primer viaje apostólico del primer Papa latino-americano de la historia, el Papa Francisco, que viene para presidir este hermoso e importante momento de la vida de la Iglesia en estas tierras de San Sebastián. Le acogeremos solemnemente aquí, en este mismo lugar, el próximo jueves. El primer Papa latino-americano de la historia pisa como Sumo Pontífice el suelo de América Latina en este Santuario Mundial de la Juventud en que se ha transformado esta ciudad en estos días.

Esta semana, Río se convierte en el centro de la Iglesia, viva y joven. Todos los caminos conducen hacia aquí. Venís de diferentes partes del mundo para juntos compartir la fe y la alegría de ser discípulos. Esta felicidad nos fortalece y nos invita a ir al encuentro de los demás jóvenes, a hacernos misioneros en todas las naciones. El mejor regalo que podemos dar a otras personas es la presencia de Cristo, que nos llena y nos impulsa a amar y a entregarnos, siempre en el diálogo fraterno.

Aquí llegamos, también, después de casi dos años de peregrinación de los símbolos de la JMJ por nuestro país: la cruz de la juventud y el icono de Nuestra Señora que ahora estarán presentes en nuestros actos centrales. Cuando estos símbolos nos fueron entregados en Madrid, España, en agosto de 2011, la conmoción se apoderó de los jóvenes de nuestro país, que los ha acogido con entusiasmo en sus comunidades durante este tiempo.

Tenemos con nosotros, esparcidas por la ciudad, muchas reliquias de los santos patronos e intercesores de la JMJ, recordando que en todas las épocas y lugares del mundo ha habido jóvenes que se han santificado. Están con nosotros, también, parientes de esas personas que son ejemplo de vida cristiana y que rezan por nosotros y por la juventud de hoy.

El entusiasmo juvenil en todos los cantos muestran el rostro del joven cristiano, que procura unir el testimonio de una vida auténticamente cristiana con las consecuencias sociales del Evangelio.

Estamos llamados a ser protagonistas de un mundo nuevo. Tengo la certeza de que haréis eso en vuestras ciudades y países. ¡El mundo necesita de jóvenes como vosotros!

Acabamos de oír el Evangelio en el que Jesús llama a Mateo para ser discípulo. Y, al llamarlo, anuncia que Él vino justamente para que los pecadores experimenten la misericordia. Vino para nosotros que estamos entre los pueblos llamados a la obediencia de la fe, conforme nos habla Pablo en la carta a los Romanos. “Recibimos la gracia de la vocación para el apostolado, nosotros que fuimos llamados a ser discípulos de Jesucristo, amados de Dios y santos por vocación.

La primera lectura, juntamente con el salmo, nos indica que nuestra respuesta debe de ser de prontitud, – diciendo: ¡Heme aquí! ¡Aquí estoy! ¡Habla que tu siervo escucha! Pues venimos para hacer, con placer, la voluntad del Señor (Sl 39/40).

Esta es la expresión bíblica que nos gustaría que estuviese en vuestros labios y corazones hoy y siempre: ¡Henos aquí, Señor! A ejemplo de Mateo, también estamos listos para las consecuencias del SÍ a Dios, llenas de desafíos y alegrías.

Es la llamada de Él la que nos ha unido en este escenario maravilloso de la playa que recibe este nombre por causa de la inicial devoción a Nuestra Señora de Copacabana, bajo el Cristo Redentor con su abrazo acogedor. Este mar, la arena, la playa y la multitud parecen recordar la vocación de los otros discípulos, además de Mateo. Este escenario nos remite a los barcos dejados en la playa por aquellos que fueron llamados por Jesús para seguirlo. Hoy, también nosotros somos llamados a seguir a Cristo Resucitado.

El Maestro Jesús nos invita a un baño en aguas profundas, las aguas de nuestro bautismo. Y este bonito encuentro internacional está justamente en el corazón del Año de la Fe, tiempo propicio para renovar nuestros compromisos asumidos en la comunidad cristiana. Somos llamados a vivir profundamente la fe en este tiempo plural y de tantos cuestionamientos, en este cambio de época, pero con el entusiasmo y la coherencia de quien se deja llevar por la acción del Espíritu Santo.

Reflexionando sobre la respuesta de Mateo a Jesús, oímos que, cuando nos levantamos para responder positivamente al Maestro, Él viene a cenar a nuestra casa y transforma nuestra vida. Para Samuel, en la primera lectura, la llamada parecía un sueño, pero con la ayuda de un compañero consiguió discernir que la voz era de Dios, era real. El camino misionero exige discernimiento, utopía, sueño, pero también la ayuda de alguien a nuestro lado que nos ayude a reconocer la voz de Dios. Como Pablo, somos siervos de Cristo, apóstoles por vocación y elegidos para la evangelización de Dios!

Queridos jóvenes, nuestra archidiócesis se siente llamada por Dios para acogeros. Todos nosotros respondemos así como Samuel, Pablo y Mateo: ¡Henos aquí! ¡Aquí estamos! Nuestras parroquias, familias, escuelas, pastorales, asociaciones, movimientos, grupos de servicios. ¡Nuestras casas son vuestras casas! Existe una revolución de amor en este momento: ¡el otro es Cristo para nosotros! ¡El otro es nuestro hermano! ¡Que esto resuene por el mundo! ¡Somos llamados a vivir construyendo un mundo de hermanos! Queremos que todos y cada uno se sientan acogidos en el abrazo de Cristo, que llama a todos para estar con Él en la construcción del Reino de Dios. ¿Vamos juntos?

Cristo nos invita: ¡venid, amigos míos! Vamos con Él tras las huellas del sucesor de Pedro, del Vicario del Redentor peregrinando por este Río, sembrando fraternidad por donde pasaremos. Que podamos ser heraldos de paz y de concordia, llamando al mundo a vivir la santidad que brota del Redentor del Hombre.

Y, alrededor del Maestro, junto con otros jóvenes discípulos venidos de todos los rincones de esta Tierra, diremos: “Señor, qué bien estamos aquí” (Mt 17,4).

Id por esta ciudad, dad testimonio de Jesucristo, comprometeos con el mundo nuevo, contagiad a todos con la alegría y la paz de Cristo, como centinelas de la mañana, trabajando en la renovación del mundo a la luz del plan de Dios.

Vivamos este tiempo fuerte de peregrinación porque Jesucristo está vivo en medio de nosotros, nos da su Espíritu Santo, y somos llamados a vivir esta realidad y transmitirla a otros de modo accesible y comprensible. Jesucristo es siempre actual, sobre todo para los jóvenes que buscan la verdad, la justicia y la paz – y sólo pueden encontrarlas en Jesucristo.

Vosotros, queridos jóvenes, sois el presente esperanzado de una sociedad que espera que su crisis de valores tenga una solución. Estáis llamados a formar una nueva generación que vive la fe y la transmite a la generación siguiente. ¡Estamos invitados a una experiencia de fe y a salir vigorizados de ella! ¡La participación en la comunidad con entusiasmo será la oportunidad de, conviviendo con los demás hermanos y hermanas, dar testimonio de que otro mundo es posible! El primer peregrino, que ya está entre nosotros, el Santo Padre, el Papa Francisco, se ha puesto con nosotros en este camino y nos indicará caminos durante estos días. ¡Queridos jóvenes: no tengáis miedo de abrir vuestros corazones a Cristo!

Tenemos muchas barreras e injusticias que superar. Vamos a construir puentes en vez de muros y obstáculos. El mundo entero, a través de vosotros, presente en esta ciudad precisa dar testimonio de la solidaridad, el compartir y la acogida del amor de Cristo Redentor. Es tiempo de despertar confianza y esperanza que se transformen en actitudes para un mañana de luz.

María, de tantos nombres e invocaciones, y aquí en Brasil invocada con el título de Nuestra Señora Aparecida como patrona principal, pero también Nuestra Señora de la Peña, Nuestra Señora de Nazaré, fue y continua siendo la compañera y madre de todos los jóvenes. A ella confiamos cada uno de vosotros para que, acogiendo al Cristo que ella nos presenta, caminéis por el mundo como discípulos misioneros de la nueva evangelización, siendo protagonistas de un mundo nuevo, como centinelas de la mañana despertando la esperanza de un nuevo amanecer: ¡Cristo Resucitó y va por delante! El Espíritu Santo nos iluminará en nuestra vida y nos dará las luces para que comprendamos nuestra misión de llevar a las personas al Padre.

Hoy, al comenzar la Jornada, Cristo Redentor nos dice “¡Venid, mis amigos!” Durante la Jornada aprenderemos a decir: “¡Habla, Señor, que tu siervo escucha!” Y oiremos cada vez más al Señor decirnos: “Sed misioneros”. “Id y haced discípulos entre las naciones”. Y todos nosotros responderemos: “¡Henos aquí, Señor, envíanos!”

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