No son las Olimpiadas ni la Copa del Mundo. El evento más importante que Brasil recibirá será en pocos días. La JMJ atrae a jóvenes de muchos países con un mensaje fuerte de paz y de justicia, de amor y de esperanza. Mucho más allá de la religión, los millones que se apoderarán de la ciudad maravillosa representan una gran parte de la humanidad, son personas que quieren un mundo mejor y no se conforman con la falta de respeto a la vida.
La JMJ viene al encuentro de los anhelos de los brasileños que hace pocas semanas tomaron las calles en signo de protesta contra la corrupción. A diferencia de los eventos deportivos, el objetivo no es con fines lucrativos y tal vez por eso, incluso reuniendo un número tan expresivo de personas los medios tienden a no prestar la atención que el evento merece.
No habrá consumo de bebidas alcohólicas y no habrá demanda por prostitución, los jóvenes que vendrán se denominan peregrinos, no vendrán para un turismo consumista y, de esta forma, los mayores patrocinadores de los canales de televisión no mostrarán interés en divulgar el evento como se divulga, por ejemplo, la Copa del Mundo, gran promotora del turismo sexual, por ejemplo.
En un país donde la juventud se muestra inconforme y empobrecida por la débil inversión del gobierno en educación, la JMJ representa un evento de consciencia, cientos de miles de jóvenes venidos de otras naciones trayendo preguntas, reflexión, voluntad de vivir una experiencia que transciende los placeres de la carne y, por eso, también incomoda a muchos.
La presencia del Papa Francisco, que ofrece el carácter religioso del evento, es una invitación para una sociedad que tiene mezclada la religión con el materialismo, que tiene transformadas las iglesias en negocios grandes y lucrativos. La JMJ es un cuestionamiento sobre la coherencia, una invitación a una verdadera espiritualidad, tan necesaria principalmente en nuestros días.
Los jóvenes viajan para Rio de Janeiro detrás de una Cruz, símbolo que representa el valor de su fe, el amor por un hombre que predicó el amor, que vivió el amor, por las prostitutas, por los pobres y también por los corruptos, por las mujeres maltratadas, un hombre que supo ser amable y, al mismo tiempo duro, que supo abajarse para salvar a la adúltera del apedreamiento y supo expulsar a los vendedores del templo con un látigo en las manos, un hombre de compromiso, de protesta, pero por encima de todo, un hombre de amor.
La JMJ representa un inconformismo con la hipocresía, con la incoherencia, con el desamor. No son aficionados fanáticos de una selección de futbol, ni tampoco atletas que buscan superar sus límites físicos, la nube que cubrirá la ciudad maravillosa a los pies del Cristo Redentor está formada por atletas de sentido, valientes desbravadores del valor de la vida humana, profundamente deseosos de un encuentro transformador con Dios y de un momento transformador del mundo donde viven.
Hoy celebramos a...