Una reflexión desde Venezuela: en el fondo, ¿es un problema de valentía?A nivel mundial, la política y las leyes actuales pretenden dirigir el orden de la creación, la naturaleza de la familia y las relaciones naturales básicas, sobre todo entre los padres y entre padres e hijos. Esto requiere una presencia convencida y activa de los católicos quienes, por el bautismo, tenemos la misión de orientar los asuntos temporales hacia Dios.
Sin embargo, existen católicos declarados que cuando se trata de lidiar con ciertos problemas sociales, utilizan la misma forma de pensar de todos los demás y se escudan en la aconfesionalidad de la política para no tomar una posición que sin duda les podría ocasionar un costo político o económico. Afirman los principios y al mismo tiempo abren espacios que no respetan. Las explicaciones son deliberadamente ambiguas: dicen, pero se niegan. Están llenos de “sin embargos…” “Sí, pero…”.
Les falta el requisito del valor público.
Se olvidan de que hay principios no negociables.
Lo que está mal no puede ser una fuente de derechos reconocidos públicamente, y no puede haber en ello ningún progreso.
Estamos atravesando una época muy distinta a las anteriores, hoy más que nunca es preciso el ejemplo de los laicos en el mundo.
En este mundo cada vez más tecnológico, virtual y con grandes diferencias, son muchos los laicos trabajando por el bien común, por la construcción de la democracia, por hacer funcionar a las instituciones, por realizar una Constitución cada vez más justa. Esto es excelente, si en ello se busca recuperar el respeto del orden de la creación así como el bienestar espiritual y religioso de las personas.
Hay que saber que no hay bien común real cuando Dios se pone entre paréntesis, cuando se le confina a la vida privada de cada uno y no se le da su lugar reconocido en la sociedad. Es lo que el Papa Benedicto XVI ha dicho que hay que dar “el lugar de Dios en el mundo” y agregó que no había que adaptarse al mundo si uno verdaderamente quería servirle.
La presencia convencida y activa en la sociedad, incluye un llamado al apostolado. Un apostolado de amistad, confianza, fidelidad al espíritu cristiano, siendo testimonios claros de Cristo que ayuden e inspiren a otros a acercarse a Dios y su plan Salvador.
Para enfrentar esta tarea necesitamos tener un encuentro personal con Cristo, tener la experiencia de Cristo. Al mismo tiempo, necesitamos formarnos de manera continua en los principios de la doctrina social de la Iglesia de manera de estar preparados para los constantes cambios de rumbo en la sociedad.
La formación permite que actuemos con plena responsabilidad, en todas las estructuras temporales en que estamos viviendo. Permite llegarle a la comunidad con el mensaje del Evangelio, ser persona de esperanza cristiana frente al mundo y sus graves problemas, convivir en paz, estimularnos mutuamente, apoyarnos, saber participar en la política, proponer y discutir las leyes en todos los aspectos de la sociedad orientándola hacia el cumplimiento del plan de Dios.
Cuanto más santos y más humildes seamos, entenderemos mejor y estaremos más cerca acompañándonos los unos a los otros hacia Cristo.
Ante la falta de certidumbres, tenemos el compromiso de recordarle a la sociedad que hay principios que no se negocian y esto solo podemos hacerlo estando bien formados y convencidos de que Cristo vino a enseñarnos el camino para ser felices y felices en abundancia (Jn.10,10)
Aprovechemos este tiempo de vacaciones que se inicia y de la Jornada Mundial de la Juventud 2013 para profundizar nuestra formación y participación en la sociedad.