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El obispo que fue luz desde una celda de aislamiento

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Lucandrea Massaro - publicado el 05/07/13

Termina el proceso de beatificación del cardenal Van Thûan

Ha sido un testigo creíble,  y todos lo han reconocido como tal, a partir de Juan Pablo II, que definió la vida del cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân como “una vida consumida en la adhesión coherente y heroica a su propia vocación”.

Unos años después de su muerte en Roma, se concluye la causa diocesana de beatificación. Y es un momento esperado por muchísimos, empezando por sus compatriotas vietnamitas a quienes él – especialmente en su larga prisión – exhortó con el afecto y el ejemplo.

Lejos de cualquier nacionalismo, no podía sino buscar la comunión y la paz para su patria terrena dividida por la guerra y la ideología, exhortando a los católicos vietnamitas a practicar el amor también hacia la nación, su cultura, su unidad.

En Cinco panes y dos peces (Edizioni San Paolo, Italia) escribe: “Ayuda a tu patria con toda tu alma: Sé fiel a ella. Defiéndela con tu cuerpo y tu sangre. Constrúyela con tu corazón y tu mente. Comparte la alegría de tus hermanos y la tristeza de tu pueblo”.

“Un Vietnam. Un pueblo. Un alma. Una cultura. Una Tradición. Católico vietnamita, ¡ama mil veces a tu patria! El Señor te lo enseña, la Iglesia te lo pide. Que el amor a tu país pueda ser uno con la sangre que corre por tus venas”.

François-Xavier era un sacerdote, nacido en Hué en 1928, fue obispo de Nha Trang antes, y consagrado arzobispo de Saigon en 1975, pocos días antes de la conquista de la capital de Vietnam del Sur por parte de los ejércitos del Norte del general Ho Chi Minh.

Van Thuân fue durante 13 años prisionero del régimen comunista antes de ser liberado y exiliado. En el Vaticano, Van Thuân fue primero secretario y después presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, y fue creado cardenal por Juan Pablo II en 2001. Murió en 2002.

El postulador de su causa, el dr. Waldery Hilgeman, en una entrevista a Radio Vaticano contaba algunas anécdotas que permiten encuadrar la figura del cardenal:

“Fue prisionero bajo el régimen comunista en Vietnam. Fue encarcelado sin un proceso legítimo. Este encarcelamiento duró 13 años, de los cuales 9 en aislamiento total, sin renegar jamás de su fe, sin aceptar nunca compromisos. El cardenal es muy famoso por una cruz pectoral, que una vez liberado hacía ver a todo el mundo, y que se convirtió en el símbolo de su cautiverio y también de su espiritualidad. Construyó esta cruz durante su prisión, con trocitos de madera que le daban los guardias, y después consiguió construir una cadena con cable eléctrico. Una vez hecho cardenal, siguió llevando esta cruz”.

Cuando Van Thuân fue llamado por Juan Pablo II: “Monseñor, le quiero pedir que predique estos ejercicios a la Curia romana”. Y él con gran sorpresa respondió: “Santidad, yo estuve en prisión, no estoy al día desde el punto de vista teológico. ¿Qué podría decir?” Y el Papa respondió en seguida: “Denos su experiencia”. Los ejercicios fueron publicados en las “Cartas pastorales tras las huellas del Concilio Vaticano II” editados por la Libreria Editrice Vaticana justo estos días.

“Las cartas pastorales atestiguan el espíritu conciliar que animaba al pastor Van Thuân en su ministerio en Nha Trang – observa el cardenal Peter Turkson, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, en la presentación de la obra–.

Podemos ver en la carta cuatro perspectivas que reflejan claramente este espíritu: la Iglesia en el mundo, es decir, la praxis de la fe en una comunidad arraigada en el contexto socio-económico, político y religioso del país; un laicado activo en la Iglesia y en la sociedad; la defensa de la dignidad humana iluminada por la fe; y todo ello en una perspectiva dialógica abierta y reconciliadora” (Korazym, 3 julio).

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