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Pablo VI, el Papa que volvió a traer a Dios entre los hombres

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Archives CIRIC

Simone Sereni - publicado el 24/06/13

Los primeros 100 días del Papa Francisco coinciden con los 50 años de la elección de Montini

Mientras flotan los comentarios y balances sobre los 100 primeros días del Papa Francisco, la Iglesia recuerda el 50º aniversario de la elección de Pablo VI: justo el 21 de junio, el comienzo del verano, en 1963. Circula por la red un meme, un manifiesto digital, que representa a Juan Pablo II, Benedicto XVI, y Francisco, atribuyendo a cada uno una virtud teologal: la Esperanza para Wojtyla, la Fe para Ratzinger y la Caridad para Bergoglio, que el prefiere llamar “Misericordia”.

Pablo VI recogió los rasgos más marcados de estos tres pontífices: la apertura al mundo y la fuerza de los gestos proféticos; la necesidad de camina junto a las instancias de la razón y de la fe; y el paradigma de la justicia y de la caridad como último criterio con el que interpretar la presencia de la Iglesia en el mundo y sus palabras para los hombres.

Fue justamente el arzobispo de Munich, Joseph Ratzinger, el que enumeró –en una homilía pronunciada pocos días de la muerte de Montini- las vías abiertas por Pablo VI “un hombre que tiende las manos”. Dijo Ratzinger que Pablo Vi fue “el primer Papa que fue a todos los continentes, fijando así un itinerario del Espíritu que comenzó en Jerusalén”; y después “el viaje a las Naciones Unidas, el camino hasta Ginebra, el encuentro con la más grande cultura religiosa no monoteísta de la humanidad, la hindú, y la peregrinación hacia los pueblos que sufren”.

Con él, “la fe tiende la mano”. Su símbolo “no es el puño, sino la mano abierta”. La misma historia quiso que fuese Benedicto XVI quien revelase que Pablo VI, enfermo y cansado, “luchase intensamente contra la idea de retirarse”, explicando que “Montini no sentía ningún placer en el poder, en la posición, en la carrera realizada; y que, justamente por esto, siendo la autoridad una carga insoportable –“te llevarán donde no quieres”- esta se convirtió en una autoridad grande y creíble” (Osservatore Romano, 21 de junio). Tan creíble igualmente la autoridad en el gesto de renuncia de Benedicto XVI en una situación diferente aunque igualmente dramática  en la historia de la Iglesia.

¿Cuál es el legado de Pablo VI a Francisco? Podemos dejarnos iluminar por las mismas palabras de Montini en su alocución en la última sesión del Concilio (7 de diciembre 1965); aquel Concilio que él quiso llevar adelante y que consiguió llevar a término no obstante las dificultades. Pablo VI, reivindicando –frente a las discusiones sobre este tema que se daban tanto dentro como fuera de la Iglesia- que “el Concilio ha estado fuertemente comprometido con el estudio del mundo moderno”, quiso destacar “cómo la religión de nuestro Concilio haya sido precisamente la caridad; y nadie podrá acusarle de irreligiosidad o de infidelidad al Evangelio por esta orientación”.

Además. La Iglesia del Concilio “se ocupó bastante” no solo de sí misma sino “también del hombre tal cual es hoy en día: el hombre vivo”; y el magisterio de la Iglesia “asumió la tarea fácil y amiga de la caridad pastoral: decidió hacerse escuchar y comprender por todos” (VinoNuovo.it, 21 de junio).

Después de la histórica e impactante renuncia a la sede petrina del Papa Benedicto XVI y de la elección del primer Papa con el nombre del Santo de Asís, tenemos algún elemento más para comprender la historia y el valor del Papa Montini. Un pontificado, el suyo, sufrido y complejo, retado por diferentes frentes.

En la famosa homilía por la fiesta de San Pedro y San Pablo, su testamento espiritual,  Pablo VI trazó entre otras cosas, la línea de “defensa de la vida en todas las formas en las que esta puede ser amenazada, herida o incluso eliminada”. Y se despidió que “si bien nos consideramos el último e indigno Sucesor de Pedro, nos sentimos en este umbral extremo confortados y sostenidos por la conciencia de haber repetido incansablemente ante la Iglesia y el mundo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente”; también nosotros, como Pablo, podemos decir: “He combatido una buena batalla, he terminado la carrera, he conservado la fe”.

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