La Iglesia y la voluntad popular se oponen, pero los casinos avanzan en México

Tanto la Iglesia católica, en diversas ocasiones, como la sociedad en su conjunto, se han opuesto de forma consistente a la operación de casinos en México, sin embargo, este tipo de establecimientos se van haciendo cada día más comunes en centros de turismo internacional como la Riviera Maya o Acapulco, así como en ciudades del interior del país.

Según una encuesta de Consultoría Mitofsky, 52.5 por ciento de los mexicanos está en desacuerdo con la instalación de casinos, mientras que sólo 34.3 por ciento está a favor. Estos datos varían según sexo, edad y escolaridad. Pero en todos los casos hay un rechazo generalizado.  No obstante, la implantación de casinos y casas de apuestas sigue su marcha en México.

Casinos en manos peligrosas

Según cálculos conservadores, los casinos mueven en México alrededor de 900 millones de dólares anualmente. Entre los dueños están políticos conocidos por su trayectoria oscura como el ex presidente municipal de Tijuana, Carlos Hank Rohn, quien en un solo año ha reportado 75 millones de pesos en ganancias por sus acciones en este tipo de centros.

También hay personajes como Juan José Rojas Cardona, conocido como «el zar de los casinos» quien fue condenado a cinco años de cárcel en Iowa (Estados Unidos) por fraude pero fue puesto en libertad condicional durante la apelación. Posteriormente fue detenido por presunto tráfico de drogas y se declaró culpable en 1994, antes de huir a México. Según funcionarios estadounidenses Rojas Cardona tendría “nexos cercanos con el cartel de los hermanos Beltrán Leyva”, conocidos narcotraficantes mexicanos.

Actualmente la Secretaría de Gobernación tiene registrados 349 establecimientos que operan de acuerdo a la ley y hay otros  58 que funcionan con suspensiones provisionales o definitivas, y que forman parte del juego irregular.

Promesa de solución rápida

Obispos en diversas partes del mundo han alertado sobre los peligros de este tipo de negocios. Los mexicanos también lo han hecho, sobre todo a fines de 2006, cuando desde la secretaría de Gobernación (el ministerio del Interior) se dio “luz verde” para la proliferación de casas de apuestas.

Sus argumentos son que suelen venir acompañados de actividades como la prostitución y corrupción de autoridades locales y por otro lado hay un enriquecimiento de muy pocos a costa de la destrucción y el empobrecimiento de muchos.  También la trata de personas, la corrupción de menores y el lavado de dinero son “industrias que florecen alrededor de los casinos.

El propio beato Juan Pablo II habló sobre el tema con las siguientes palabras: “Otro fenómeno destructivo (…) lo constituyen los casinos que prometen una solución tan rápida como espectacular de las dificultades económicas, mientras que en realidad dejan a las personas en una situación aún más grave y difícil”.

Los obispos mexicanos señalaron en su momento que los casinos promovían la “economía ficción” a la que es tan adicta la sociedad postmoderna y que ha atraído numerosos fraudes de consecuencias globales.

¿Pasión o servidumbre?

Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda «las apuestas no son en sí mismas contrarias a la justicia. No obstante, resultan moralmente inaceptables cuando privan a la persona de lo que le es necesario para atender a sus necesidades o las de los demás. La pasión del juego corre peligro de convertirse en una grave servidumbre».

Los varones mexicanos, en 47.8 por ciento, se oponen a los casinos, mientras que lo hacen 57.3 por cientos de las mujeres. El Estado mexicano con más casinos es el de Baja California con 43, seguido por 37 que se asientan en el Distrito Federal y 34 en Nuevo León.  De los 120 millones de habitantes que hay en México, 11.8 por ciento han asistido a un casino y de ellos 59.5 por ciento solamente ha asistido una vez.