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Por qué las familias grandes son geniales

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Aleteia Team - publicado el 17/06/13

Testimonio de una conocida periodista australiana, la mayor de 9 hermanos

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Soy la mayor de una familia de nueve hermanos: ocho chicas y un chico. Estoy orgullosa de ello. Admito que sí sentí una especie de vergüenza durante mis años de adolescencia, especialmente en los momentos en los que la gente se acercaba a nuestra furgoneta o nos miraba con sorpresa cuando entrábamos en un lugar público.

Pero ahora, sinceramente, no cambiaría esto por nada del mundo. Si te estás preguntando qué es lo que me hace publicar esto, reconozco que leí un artículo muy interesante el pasado domingo en el New York Times. En él, Lauren Sandler opinaba vehementemente que lo mejor es tener un solo hijo. Siendo ella hija única y teniendo solo un hijo, puedo entender porque ella defiende esta postura.

Como puedes suponer, yo no estoy de acuerdo con esto.

Podría decir que los hijos únicos que me he encontrado son egoístas e inadaptados, pero no diría la verdad. De hecho, me he encontrado a muchos que son personas inteligentes, generosas y maravillosas.

En cualquier caso yo no estoy buscando ejemplos que demuestren las desventajas de ser hijo único cuando lo único que quiero es explicar lo agradecida que estoy de tener muchos hermanos.

Por supuesto que hay muchos beneficios colaterales: como el hecho de que nunca estás solo cuando tienes problemas, si estás enfermo, alguien más lo estará, y parece que tu fondo de armario no termina nunca ¡siempre está lleno de ropa prestada!

Por no mencionar que la educación de mis hermanos siempre es un tema de conversación que termina con los silencios incómodos, y si necesito divertirme siempre recuerdo una reacción inesperada.

¡Pero hay mucho más! Comenzando con mi padre y mi madre, quienes (probablemente sin intención) hicieron que su trabajo de padres fuera mucho más fácil teniendo más de un hijo.

Incluso si no tenían una idea muy clara de lo que estaban haciendo, tener hermanos significó que aprendimos de forma natural a compartir y a convivir con otras personas. Esto es lo que podemos llamar una acumulación natural de buenas cualidades.

Cuando tienes hermanos y hermanas, eres muy consciente de que todo no es tuyo. Esto es de gran ayuda en una época en la que el individualismo está constantemente en alza.

Casi sin esfuerzo, aprendimos la interacción social y la resolución de conflictos. Aprendimos a tener compasión, y a ser conscientes de los sentimientos y necesidades de los demás más allá de los propios.

Aprendimos de la generosidad de nuestros padres, que nos aceptaron a cada uno de nosotros a pesar de que a veces se les ridiculizaba o significaba tiempos duros para ellos.

Papá nos recuerda que hubo épocas, de las que nosotros no éramos conscientes, en las que él y mamá tenían que plantearse si nos podíamos permitir algo tan simple como ir un día a McDonalds.

Con tantos hermanos no siempre tuvimos lo último en tecnología, pero supongo que nos enseñó que hay vida más allá de las posesiones materiales.

Aprendimos a desarrollar un sentido sano de la competitividad y a darnos cuenta de que perder en algo no era una causa para la depresión. Y, al mismo tiempo, aprendimos a apreciar las cualidades únicas de los demás sin compararnos, ya sean académicas, creativas o atléticas.

Aunque no hubiera nada más, yo recibí el regalo de amistades ya consolidadas. Aunque estuviera haciendo algo tan sencillo como desayunar o algo tan excitante como comprarme el vestido de novia, nunca me faltó compañía.

Esto es el amor, ya que mis hermanos estuvieron más conmigo en mis peores momentos (que incluyen una severa falta de maquillaje) que en los mejores.

Y aunque esto signifique mucho trabajo también, creo que el hecho de tener hermanos te ayude a acercarte a la verdadera felicidad. ¿Por qué? Porque una persona llega al camino correcto cuando se da cuenta de que la vida consiste más en dar que en recibir, y con hermanos llegas a esa conclusión mucho antes en la vida.

Cuando me gradué en la universidad, hace unos pocos años, se suponía que solo podían acompañarme dos personas. Mi padre decidió que vendrían todos, y consiguió que así fuera sólo con pedirlo. Como graduada, no tengo ninguna duda de que era la que más apoyo tenía entre el público.

¡Y pensar que una hora antes, probablemente estaba gritándole a una de mis hermanas porque había cogido mi ropa y enfadándome con mi padre porque no paraba de hacerme fotos!

Claro que no existe la familia perfecta, pero la verdad es que yo sé que hay un montón de gente que me quiere sin importarle nada, a pesar de que yo no he hecho nada para ganármelo. Esto es algo muy especial ¿por qué dejar pasar esta ocasión si tienes la oportunidad?

La familia de la foto es española, miembro de la Asociación Valenciana de Familia y Familias Numerosas (AVAFAM), una entidad que lleva desde 1966 ayudando a las grandes familias (http://www.avafam.org/)

Tags:
familia
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