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Anunciar la Palabra de Dios en una situación económica obscena

pobreza en españa 1

© DESIREE MARTIN / AFP

Pobreza en España

Vida Nueva - publicado el 24/05/13

Un incisivo artículo publicado en la revista Vida Nueva

MARTÍN GELABERT BALLESTER, OP, Facultad de Teología de Valencia | Los cristianos debemos ocuparnos y preocuparnos del anuncio del Evangelio en este mundo en el que nos ha tocado vivir. No me parece exagerado calificarlo de mundo obsceno.

El mismo día en que se anunciaba que en España habíamos alcanzado la cifra de 6.200.000 parados, saltaba la noticia de que un banquero se jubilaba, percibiendo de la entidad en la que había trabajado una pensión de casi 90 millones de euros.

El anuncio de la Palabra de Dios se encuentra siempre con situaciones incompatibles con lo que ella anuncia. Cuando Jesús habla de “anunciar el Evangelio a los pobres”, es consciente de que los destinatarios de su mensaje son precisamente aquellos que peor lo están pasando. A estos Jesús les anuncia que pueden ser felices porque Dios les ama y el Reino de Dios les está destinado.

Más allá de la crisis, de las grandes cifras, de los rescates, de los bancos mal gestionados, de la corrupción de algunos políticos, de los pisos no vendidos, de las hipotecas no pagadas, de los recortes en gastos sociales para pagar intereses de bancos rescatadores, lo que hay es mucha gente que sufre, lo está pasando mal y espera al menos una palabra de comprensión y un gesto de solidaridad.

Todos conocemos a personas que se han quedado sin trabajo, o a las que les han reducido el empleo y el sueldo, personas que tienen que alimentar a su familia y que no pueden, y tienen que buscar ayuda bien en familiares, bien en instituciones solidarias. Porque la crisis económica –lo sabemos de sobra– afecta sobre todo a la gente que vive de su trabajo, no a las personas que especulan con el dinero o que tienen grandes fortunas. Estos se enriquecen con la crisis. El hambre no llega a mansiones ni a palacios. La comida siempre abunda y escasea en los mismos sitios.

Un mundo creado para todos

La primera palabra de Dios se dice en la creación. Dios crea por la Palabra y Dios dice su primera palabra creando. Y lo primero que hace, incluso antes de crear al ser humano como varón y mujer, es crear un jardín, un mundo preparado para que el ser humano pueda habitarlo. Este mundo que es de Dios, Dios lo prepara para todos los seres humanos sin excepción: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes”, dice el salmista. Dios coloca a los humanos en este mundo suyo y les encomienda que lo administren, o sea, que lo cuiden según la voluntad del amo.

Si Dios ha entregado la tierra y cuanto ella contiene a todos los seres humanos sin excepción, allí donde los bienes no son accesibles a todos no se cumple la voluntad de Dios. Eso es exactamente lo que está ocurriendo en nuestro mundo: la voluntad de Dios no se cumple. No es extraño que haya tanta miseria, tanto dolor, tanto desamor. Pero no por culpa de Dios, sino porque el ser humano no se pone en sintonía con Dios.

Si la primera palabra de Dios es la creación, la definitiva palabra de Dios es Jesucristo. En él encontramos una confirmación y radicalización de esta enseñanza de la creación, a saber, que los bienes de este mundo están para ser repartidos equitativamente entre todos sus habitantes.

Un mundo para todos supone necesariamente unas personas solidarias. Desgraciadamente, una de las características de nuestro mundo moderno es el individualismo. El hombre moderno, solo y solitario, solo piensa en sí mismo. Junto a esta soledad del hombre contemporáneo, se da paradójicamente una masificación, que produce anonimato: el mundo globalizado no piensa en personas con nombre y apellidos, no es como el buen pastor, que conoce a cada uno por su nombre; a este mundo solo le interesan consumidores anónimos.

El artículo completo se puede leer en: http://www.vidanueva.es/2013/05/24/anunciar-la-palabra-de-dios-en-una-situacion-economica-obscena-martin-gelabert/

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