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En la actualidad, la opinión pública ve la Iglesia como el gran perseguidor de los homosexuales, opinión desmentida por el mismo Catecismo de la Iglesia Católica (cf. 2358), que usa, sin embargo, palabras de gran cercanía y amor. De hecho indica que estas personas deben “ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza”.
Aleteia ha hablado con el doctor Roberto Marchesini, psicólogo y psicoterapeuta, sobre cómo traducir a comportamientos reales estos tres términos por parte de la comunidad.
¿Qué significa “respeto”?
Tener respeto significa reconocer la dignidad de cualquiera. Con respecto a las personas con tendencias homosexuales, el Magisterio invita a evitar «todo signo de discriminación injusta” (Catecismo 2358) y condena las “expresiones malévolas y de acciones violentas” hacia ellos (Carta sobre la atención pastoral de las personas homosexuales, 10).
Es necesario recordar, por ejemplo, que las personas con tendencias sexuales no necesariamente han elegido esta orientación o son responsables de ella.
Pero para el Magisterio, respetar a las personas con tendencias homosexuales significa también “hacer la verdad en la caridad” (cf. Ef 4, 15), es decir, no callar por miedo o respeto humano, la doctrina católica, que considera los actos homosexuales como un pecado, y la tendencia homosexual como objetivamente desordenada (cfr. Carta sobre la atención pastoral de las personas homosexuales, § 18).
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Respetar estas personas significa también, siempre según el Magisterio, evitar “la presunción infundada y humillante que el comportamiento homosexual de las personas homosexuales sea siempre y totalmente sujeto a coacción y por tanto sin culpa” (ibidem, § 11); y evitar la definición de estas personas “homosexuales”, ya que: “la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no puede ser definida de manera adecuada con una referencia reductiva sólo a su orientación sexual.
Cualquier persona que viva sobre la faz de la tierra tiene problemas y dificultades personales, pero también tiene oportunidades de crecimiento, recursos, talentos y dones propios.
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La Iglesia ofrece atención a la persona humana (lo cual en el contexto actual es de una extrema exigencia) precisamente cuando rechaza el que se considere la persona puramente como un “heterosexual” o un “homosexual” y subraya que todos tienen la misma identidad fundamental: el ser criatura y, por gracia, hijo de Dios, heredero de la vida eterna” (ibidem, § 16).
¿Qué se entiende por “compasión” y qué dinámicas se producen ya sea en quien es compasivo ya sea en quien es objeto de esta compasión?
Tener compasión, sobre todo en el lenguaje de la Iglesia, significa sufrir juntos, compartir el sufrimiento. Quien es compasivo gana una experiencia de lo que es el dolor, el sufrimiento; una mayor sabiduría y profundidad sobre la condición humana.
En mi trabajo, por ejemplo, la capacidad de revivir dentro de uno mismo el sufrimiento de los demás es fundamental para poderlo ayudar.
Llego a entender realmente el comportamiento de un paciente, y por tanto a encontrar salidas a su sufrimiento, solamente si me doy cuenta de cómo su problema tiene un sentido, si veo una lógica, si llego a pensar que también yo, en sus mismas condiciones, podría reaccionar así.
En quien es el objeto de la compasión el efecto de esta cercanía a veces es extraordinario. Darse cuenta de que quien está delante de ti percibe tu sufrimiento puede, de alguna manera, suavizarlo, hacerlo más tolerable.
Recordemos que el hombre es una animal social, como escribió Aristóteles, está hecho para compartir, para vivir la experiencia humana con los demás, sufrimientos inclusive.
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Ser delicados, sobre todo cuando se habla de tendencias homosexuales, significa sobre todo actuar con prudencia.
El Magisterio nos enseña, por ejemplo, a no generalizar, a distinguir entre comportamientos homosexuales, tendencias homosexuales y personas que prueban tales tendencias (distinción que los medios de comunicación ignoran conscientemente).
Invita además a juzgar con prudencia la culpabilidad moral en el caso de comportamientos homosexuales porque “en un caso determinado pueden haber existido en el pasado o pueden todavía subsistir circunstancias tales que reducen y hasta quitan la culpabilidad del individuo” (Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 11), es decir cuando subsiste una compulsión sexual.
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El problema que no hay que ignorar es el modo en que una persona con tendencias homosexuales vive su situación descrita con desaprobación en la Biblia (cf. Corintios 6 9-10). ¿Qué opina?
San Pablo en esa cita, se refiere a los “sodomitas”, es decir a las personas que practican la sodomía. Se trata de un comportamiento pecaminoso, pero la homosexualidad no se define por el comportamiento homosexual.
Hay personas con tendencias homosexuales que respetan la perfecta castidad, otras que tienen comportamiento heterosexual.
Por otro lado, hay personas que tienen un comportamiento homosexual (pornografía, prostitución…) aunque no se sientan atraídos por las personas del mismo sexo. Quien realice actos homosexuales, sea cual sea su orientación sexual, comete pecado.
Por esto la condena de San Pablo hacia los sodomitas no recae automáticamente sobre las personas con tendencias homosexuales que, incluso “pueden y deben, gradualmente y resolutivamente, acercarse a la perfección cristiana” (Catecismo 2359).
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