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Discapacidad y sexualidad ¿un tabú o una ocasión para repensar la afectividad?

discapacidad y sexualidad

@DR

Una pareja de recién casados, él discapacitado

Lucandrea Massaro - publicado el 14/05/13

Entrevista a la profesora Claudia Giorgini del Pontificio Ateneo Salesiano

Hay temas que no son sencillos, pero que deben ser afrontados con serenidad y sin prejuicios, uno de estos es ciertamente el de la sexualidad vivida por las personas con discapacidad. ¿Cuál es el enfoque cristiano para afrontar esto?

Partimos de una consideración realizada por el Papa Juan Pablo II en enero de 2004. En aquella ocasión el Papa polaco –viviendo personalmente el sufrimiento de un cuerpo que no respondía a los mandatos de la mente- recordaba que: “Se trata de un aspecto que a menudo se aparta o se afronta de un modo superficial y reductivo o incluso ideológico. La dimensión sexual es, sin embargo, una de las dimensiones constitutivas de la persona que, en cuanto a creación a la imagen de Dios Amor, está originalmente llamada a ser implementada en el encuentro y en la comunión. El presupuesto para la educación afectivo-sexual de la persona discapacitada está en la persuasión de que está tiene una necesidad de afecto por lo menos igual a cualquier otro”.

Para afrontar correctamente este argumento hemos pedido ayuda a la profesora Claudia Giorgini, docente de “Metodología Catequética: personas diversamente hábiles" en el Pontificio Ateneo Salesiano.

Profesora Giorgini, ¿Cómo se afronta todo esto en un contexto ético y médico hoy?

Hoy vivimos en una cultura de la erotización. Esta está construida sobre la idea de que “el hombre es tal porque practica el sexo; el discapacitado es hombre, el discapacitado debe practicar el sexo”, incluso es interesante en la medida en la que es continuamente estimulante y puede ser buscada solo si es nueva cada vez (es una técnica del cuerpo); es el lugar del placer individual y el otro es sólo un instrumento para alcanzarlo. Se reduce la sexualidad a la genitalidad.

Desgraciadamente “las lógicas … ilógicas” que subyacen en este modo de pensar son:

– La lógica de la negación (Se ve el problema pero se prefiere negarlo, no existe)
– La lógica de la remoción (mecanismo de defensa para dejar de ver el problema)
– La lógica del descarte (el problema se identifica, se delimita, se aísla y se separa del resto)

Debemos, en cambio, afirmar que la sexualidad coincide con un modo fundamental de ser de uno mismo: pertenece a la experiencia del propio cuerpo, en la relación con los demás y en las formas de la cultura. Los gestos del cuerpo tienen un sentido en cuanto a que están dentro de una relación afectiva e integrados en una totalidad de sentimientos y de emociones. El Eros es algo más que la sexualidad e implica la posibilidad de vivir el placer de la vida; del estar juntos, del comer, del beber, de hacer cualquier cosa que provoca emociones positivas y agradables.

En algunos países europeos (Alemania, Países Bajos y Suiza especialmente) hay figuras profesionales de terapeutas –oportunamente formados- que prestan servicio en los centros médicos y de rehabilitación para las víctimas de los accidentes o bien para personas con discapacidad congénita que tienen problemas en la esfera afectivo-sexual ¿Qué opina usted? ¿son parte de una respuesta correcta a este punto?

No existen recetas confeccionadas sobre cómo se gestiona la sexualidad con personas discapacitadas, sin embargo, considero que la experiencia de algunos países europeos como los citados, donde existen asociaciones que utilizan los profesionales que se ofrecen para prestaciones sexuales, no es la respuesta adecuada y que se relaciona con la idea de que la sexualidad es puramente un acto de desahogo. Yo me pregunto cuáles pueden ser los beneficios psíquicos, físicos y relacionales que recibe la persona objeto de estas prestaciones o en mayor medida los daños que derivan de ahí (para el discapacitado) al recibir este tratamiento. Se pierde completamente de vista la dimensión humana del acto con la supremacía del ser animal del hombre.

No es naturalmente solo el aspecto sexual sino también una correcta educación afectiva que se enseña y difunde en la Iglesia y en la sociedad para que la vida de las personas con discapacidades sea plena y satisfactoria ¿cuáles son las iniciativas y cuáles los prejuicios que hay que evitar?

Es una experiencia que implica todo el cuerpo, toca nuestra libertad y nuestras elecciones. Es un modo de ser, global, que implica a toda mi persona (cuerpo, sentimientos, relaciones). Un posible recorrido educativo debería prever estas etapas:

a) del eros como necesidad al eros como experiencia de la relación, de la ternura y del don de uno mismo;
b) del individualismo (de lo privado) a la relación: la familia es la primera forma de la experiencia de amor. Adquiere el sentido de relación de amor, de comunión total.

Es necesario un aprendizaje del control de los impulsos:

– iniciar un proceso de humanización en el sentido de educar en el control de los impulsos;
– el adulto debe convertirse en el “camino alto” del discapacitado, esto es, la capacidad de reconocer los impulsos, estimular el freno y la capacidad reflexiva;
– de la relación con el adulto nace la fidelidad, la capacidad de relación.


Maurizio Faggioni afirma que la sexualidad, orientada a la relacionalidad, se expresa de muchas formas y niveles dependientes de la capacidad de la persona de instaurar relaciones conscientes interpersonales. Una relacionalidad que se hace proximidad, intimidad, lugar de la comunicación no verbal.

Del lado de los prejuicios que hay que deshacer es necesario trabajar en tres aspectos que la mayor parte de las personas considera “inamovible”.

a) primero que las personas discapacitadas son “asexuadas”;
b) segundo que las personas discapacitadas no son capaces de tener y de vivir las relaciones sexuales: no tienen deseo;
c) finalmente, en tercer lugar, que las personas discapacitadas están excesivamente interesadas en el sexo y que no son capaces de controlar su comportamiento sexual.

Es necesario acabar con estos “mitos” y partir del hecho de que los discapacitados son personas y que deben ser considerados como tales.

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