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El estilo del anuncio cristiano es humilde pero al mismo tiempo no tiene miedo de hacer cosas grandes. Lo dijo el papa Francisco en la homilía de la misa del 25 de abril de 2013, fiesta de san Marcos evangelista, en la Casa Santa Marta del Vaticano.
El centro de la homilía del Papa ha sido la cita del Evangelio de San Marcos en el que se relata la Ascensión de Jesús.
El Señor, antes de subir al Cielo, envía a los Apóstoles a anunciar el Evangelio: “hasta el fin del mundo” –dice- no sólo a Jerusalén o a Galilea.
“No: a todo el mundo. El horizonte… el horizonte grande…. Y como se puede ver, esta es la misión de la Iglesia.
La Iglesia va hacia delante con esta predicación a todos, a todo el mundo. Pero no camina sola, va con Jesús. ‘Entonces ellos partieron y predicaron por todas partes, mientras el Señor actuaba con ellos’.
El Señor trabaja con todos los que predican el Evangelio. Esta es la magnanimidad que los cristianos deben tener.
Un cristiano pusilánime no lo entiende: es propia de la vocación cristiana esta magnanimidad: siempre más, siempre más, siempre hacia delante”.
Servicio, amor
La primera Carta de San Pedro –destaca el Papa- define el estilo cristiano de la predicación, el de la humildad.
“El estilo de la predicación evangélica tiene esta actitud: la humildad, el servicio, la caridad, el amor fraterno».
‘¡Pero… Señor debemos conquistar el mundo!’. Esta palabra, conquistar, no es la adecuada. Debemos predicar en el mundo. El cristiano no debe ser como los soldados que cuando ganan la batalla acaban con todo”.
El cristiano –prosigue el Papa- «anuncia el Evangelio con su testimonio, más que con las palabras”.
En lo grande y en lo pequeño
Y con una doble disposición, como dice santo Tomás de Aquino: un ánimo grande que no se espanta de las cosas grandes, de ir hacia horizontes infinitos y la humildad de tener en cuenta las cosas pequeñas.
“Esto es divino –observó- es como una tensión entre lo grande y lo pequeño” y la “misionaridad cristiana” camina “por este camino”.
El Evangelio de San Marcos –concluye el Papa- termina con una “frase bellísima” cuando dice que Jesús actuaba con los discípulos, confirmando “la Palabra con los signos que la acompañaban”.
“Cuando vamos con esta magnanimidad y con esta humildad, cuando no nos asustamos de las cosas grandes, de este horizonte, y tomamos también las cosas pequeñas –la humildad, la caridad cotidiana- el Señor confirma la Palabra. Y avanzamos.
El triunfo de la Iglesia es la Resurrección de Jesús. Pero antes está la Cruz.
Pidamos al Señor que nos convirtamos en misioneros de la Iglesia, apóstoles en la Iglesia pero con este espíritu: una gran magnanimidad y una gran humildad. Así sea”.