Boston, cuando una fiesta se transforma en tragedia

La que debería de ser una jornada de fiesta se transformó en un horror. Dos artefactos colocados a pocos metros de la meta del maratón de Boston (EE.UU.) explotaron ayer provocando tres muertos – entre ellos un niño de 8 años que esperaba la llegada de su papá, uno de los participantes – y más de 140 heridos, algunos muy graves. Varias personas han visto amputados sus miembros a causa de las explosiones.

El atentado tuvo lugar las 15,00 hora local, las 21,00 en España. Por el momento se habla de “una posible pista terrorista”. Los heridos fueron alcanzados por fragmentos de acero y clavos, lo que indica que se trata de bombas de fragmentación artesanales, preparadas por personas que querían matar provocando mutilaciones y heridas atroces. Precisamente, la última milla del maratón de este año se había dedicado a los supervivientes de la reciente tragedia en la escuela de Newtown, donde un adolescente perturbado asesinó a una treintena de niños.

En medio del shock, los corredores se transformaron en enfermeros improvisados ayudando al personal médico a vendar los miembros de las personas heridas con gomas hemostáticas. Muchos continuaron la carrera más allá de la meta para donar sangre en el Mass General Hospital. Otros gestos de de solidaridad pusieron algo de luz en las tinieblas: algunos bostonianos han creado un documento Google en el que han puesto su dirección, dando la disponibilidad para hospedar a los corredores venidos de lejos, muchos habitantes bajaron a la calle con agua, comida y mantas para ellos y algunos restaurantes han puesto fuera el cartel “Entrad y pagad sólo si podéis”.

La Iglesia católica ha expresado en seguida su indignación y condolencias por lo sucedido. “Si esas bombas hubieran estallado una hora antes, habrían podido causar aún más víctimas”, afirmó Bob Maloney, un sacerdote de la iglesia de Our Lady of the Victories (Agencia Sir, 16 abril). En la carrera, la más antigua del mundo después de la de Atenas, participaban más de 23.000 atletas, y en el momento de la tragedia habían llegado a la meta unos 17.600.

La de ayer era la edición número 117, celebrada en el Patriot’s Day, el día en que los americanos celebran el aniversario de las batallas de Lexington y Concord, al principio de la guerra de la independencia. Más de medio millón de personas asisten como espectadores a la carrera, que marca el comienzo de la primavera, en un día de vacaciones escolares para los niños. Las bombas han vuelto a recordar el clima del 11 de septiembre.

La archidiócesis de Boston, que guía el cardenal Sean Patrick O’Malley, ha difundido en Facebook y Twitter una nota afirmando que la Iglesia católica se une a Boston “y a todos los hombres de buena voluntad” en el profundo dolor por “estos actos insensatos de violencia”, recordando también “el valor y heroísmo de muchos, sobre todo hombres y mujeres de los departamentos de la policía, bomberos y servicios de emergencia, que respondieron en pocos instantes a esta tragedia”.

“El trágico epílogo del maratón de Boston nos recuerda que el mal existe y que la vida es frágil”, comentó el cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York y presidente de la USCCB. “La creciente cultura de la violencia en nuestro mundo y también en nuestro país requiere medidas de seguridad adecuadas por parte de los funcionarios del gobierno, y un examen de conciencia por parte de todos nosotros para ver qué podemos hacer personalmente para promover la paz y el respeto por el otro en nuestro mundo”.