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Lo que ha cambiado es la visibilidad del maltrato a la mujer

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Inma Álvarez - publicado el 15/04/13

La socialización y el cambio cultural, claves para acabar con esta plaga

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En los países hispanos y caribeños son muchas las denuncias de diversas instancias sociales contra el maltrato, e incluso asesinato, de la mujer. Este fin de semana, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) de México denunciaba que 3 de cada 10 mujeres sufre malos tratos (http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/fbf9a679a7076e5568354577e0d80346).
Sobre esta cuestión habla a Aleteia Ana María Yévenes, Doctora en Ciencias Sociales y Directora del Centro de Estudio e Investigación sobre Familia, CEIF, de la Universidad Finis Terrae (Chile).

– En diversos países hispanos se denuncia la existencia de una "plaga social", el maltrato a la mujer. ¿Es realmente una plaga o se trata de casos aislados, magnificados por los medios de comunicación?

No lo definiría ni de una, ni de otra forma. La plaga es algo que viene y se va, que genera crisis episódicas. El maltrato contra la mujer y contra los vulnerables de cada época ha sido una constante en la historia de la humanidad.  No me cabe la menor duda que en la Edad Media o un siglo atrás la mujer y los niños eran muy maltratados; sin embargo ello no era tema, no era cuestionado. Más aún, alguna literatura antigua nos muestra incluso que la violencia contra la mujer era “aconsejada” como una forma de disciplina. No olvidemos que en la mujer tradicionalmente  ha recaido la misión de la socialización de los hijos y, por tanto, cualquier desviación de lo que una determinada cultura, sociedad, casta o familia considerara “bueno” o “adecuado” debía ser reprimido con especial energía. 

Tampoco me parece que se pueda pensar que son casos aislados, magnificados por la prensa.  Es cierto, sin embargo, que los medios de comunicación masivos están jugando un rol muy interesante en mostrar, denunciar, sensibilizar, visibilizar los problemas que tenemos. Me parece que en este y otros temas ha ocurrido ello.

Descartando las dos posibilidades, diría que la visibilidad del maltrato a la mujer es un signo de los nuevos tiempos, en que los derechos de los individuos, los derechos humanos, comienzan a tomar fuerza universal y se comienza a reconocer que sin el respeto a ellos es muy difícil construir un “nosotros” verdaderamente edificante.  Pero sí me parece importante hacer una distinción cualitativa, “hilar fino”, yo creo que puede estar surguiendo una nueva violencia contra la mujer y que es la que nace de un machismo que es incapaz de comprender las nuevas claves de desarrollo, de plenificación y de libertad que está experimentando la mujer. Eso se ve con claridad en muchos asesinatos de mujeres, “feminicidios” como se le llama en algunos países, en que en el fondo el hombre es incapaz de aceptar que la mujer no es un objeto de su propiedad y que tiene también su proyecto y su libertad. Probablemente este grupo maltratador específico debería tender a disminuir pues las nuevas generaciones de varones ya han crecido con madres más autónomas e independientes.

– ¿Cuáles son en su opinión las causas del maltrato a la mujer? ¿La analfabetización? ¿La pobreza? ¿El machismo? ¿La desestructuración familiar?

Las causas son muchísimas y variadas y van desde enfermedades psiquiátricas, a crisis familiares, pasando obviamente por tendencias culturales. Sin embargo, creo que es un error identificar la violencia contra la mujer con la pobreza o el analfabetismo: un nuevo tipo de maltrato que se comienza a visibilizar es el maltrato contra la mujer de clase alta o profesional. Es un maltrato que por imagen o por el poder que detenta el agresor ha sido muy invisibilizado.  

– ¿Diría que las culturas hispanas son machistas? ¿Se produce más maltrato en los países hispanos que en otro tipo de culturas?

Cuando hablamos de Europa hablamos de una variedad de países muy grande: qué diferentes son los franceses de los alemanes o los ingleses de los italianos. El tener una lengua común y el haber sido colonizados y cristianizados por los españoles no facilita la tarea de tener un diagnóstico común.

Sin embargo, más que un problema de machismo, yo diría que al hombre latinoamericano y tal vez al español  le ha costado más entrar al plano doméstico y ha tendido a quedarse fuera de la casa. Les cuesta más participar en labores domésticas o asumir la corresponsabilidad en la crianza de los hijos. Pero no es un problema necesariamente de los hombres, yo diría casi que es más un problema de la madre que ha socializado a los hijos. Sin embargo, insisto que el cambio cultural es grande y ya los nuevos esposos y padres no conciben estar excluidos de la crianza de los hijos: disfrutan la familia, disfrutan siendo protagonistas en el hogar.

– ¿Es cierto que gran parte de la violencia se produce en el seno del matrimonio, como denuncian muchas corrientes feministas? ¿Es el matrimonio – y por consiguiente la maternidad – una institución opresora de la mujer?

Sí y no. Evidentemente buena parte de la violencia contra la mujer se produce en el hogar. Eso sólo si hablamos de nuestros países. Hay otras culturas, de Africa o Asia, en que la violencia proviene del Estado o de la sociedad como conjunto.

Se produce en el hogar porque es el espacio en que hay mayor cercanía, mayor posibilidad de interacción profunda y, por lo mismo, mayor posibilidad de conflicto. Pero también el mundo laboral o incluso el mundo político pueden generar mucha violencia contra la mujer.

Pero esto no tiene nada que ver con creer que el matrimonio, la maternidad y la familia son, en sí mismas, instancias de opresión y de violencia. Me parece que las ideológias o grupos que sostienen esto han perdido fuerza porque son una caricatura y como tales el sentido común las ha relegado ha grupos minoritarios.

Yo quisiera, sin embargo, reconocerles el mérito de haber ayudado a poner en la palestra el problema de la mujer de manera categórica. En eso han sido un aporte.

– ¿Cuál en su opinión es el camino a seguir para acabar con el maltrato a la mujer?

Acabar con el maltrato a la mujer, a mi juicio, pasa por extender, profundizar y reconocer la dignidad del ser humano y la protección a los más vulnerables. Pertenezco todavía a la generación que ha sufrido la discriminación invisible en cuanto a oportunidades, valoración del trabajo, reconocimiento y aprecio por las características femeninas. Finalmente es un maltrato la desigualdad en sueldos que hay entre hombres y mujeres que desempeñamos una misma tarea. Sin embargo, y puedo estar muy equivocada, no creo en las cuotas, en los proteccionismos o en los privilegios; creo más en un cambio, tal vez más lento, pero más profundo: un cambio cultural que permita asentar una igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres; que permita una convivencia, una complementariedad natural enriquecedora. Eso pasa necesariamente por una educación y una socialización adecuada de las nuevas generaciones.

– Y por último, ¿cree que la Iglesia y las instituciones católicas hacen o podrían hacer más para luchar contra este problema?

Evidentemente sí. Las instituciones de Iglesia y los católicos debemos dar un ejemplo en ese sentido.  Jesús –apuntando completamente contra su cultura- dignificó a la mujer y condenó cual violencia en su contra.  Hacer lo contrario es ir contra el Evangelio.

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