Mucha gente espera un pontificado no europeo
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La novela más famosa de Joseph Conrad explora los temas de la oscuridad y de la luz a través de una jornada en el África más oscura , y desde entonces este continente se ha caracterizado como un lugar de oscuridad, pobreza, violencia, superstición, enfermedad y muerte.
No se puede negar que la maldición de la esclavitud, el colonialismo agresivo y la violencia de las guerras étnicas y tribales han manchado una parte del bello continente africano, pero hay muchas razones para considerar a la África de hoy, no como el corazón de las tinieblas, sino como el continente de la esperanza, juventud y un futuro brillante… sobre todo para los católicos.
El cristianismo está aumentando en África, y el catolicismo es el sector en el que los números aumentan cada vez más. Cuando el Papa Benedicto XVI visitó el continente en 2009 había casi 158 millones de católicos. En 2025 habrá unos 230 millones, una sexta parte de los católicos del mundo entero. El seminario más grande del mundo está en Nigeria, y África tiene el porcentaje mayor de nuevos sacerdotes en todo el mundo. El continente exhibe con orgullo a sus 16 cardenales, entre los que destaca Peter Turkson de Ghana que está por delante de muchos en la lista de sucesión a Benedicto XVI.
¿Sería posible elegir a un papa africano? Philip Jenkins, autor de “La próxima cristiandad” ha escrito que “la perspectiva de un papa africano de color interesa comprensiblemente a los cristianos de todos los sectores políticos”. El mismo cardenal Ratzinger, tres años antes de su elección l pontificado, sugirió que un papa africano sería “totalmente plausible” y “un signo maravilloso para toda la cristiandad”. ¿Habrá aceptado el papado previendo que sería una transición entre el pontificado radical de Juan Pablo II y un papa todavía más radical de África?
¿Cómo sería un papado africano? En primer lugar, un pontífice africano traería una perspectiva totalmente distinta al catolicismo mundial. Su comprensión de la fe estaría condicionada por la conversión relativamente reciente del África de las religiones tribales. El cardenal Francis Arinze, por ejemplo, creció en una religión tribal y más tarde se convirtió al catolicismo. La larga historia de Europa fusionada con el catolicismo a todos los niveles es para los africanos un tema de estudio, y no una experiencia primaria. Esto daría al nuevo Papa una visión totalmente nueva de la fe católica.
Esto significa que la toma de conciencia sobre África, su potencial y sus problemas comenzarían a estar presentes en las mentes de todos los católicos. Así como el pontificado de Juan Pablo II concienció a los católicos del mundo sobre el sufrimiento de Polonia y de los países del Este europeo, un pontífice africano centraría la atención del mundo sobre África.
Un papado africano llevaría a un primer plano el conflicto entre el Islam y el catolicismo. En algunos países africanos las dos religiones se hacen una feroz competencia, suscitando violencia y persecuciones, La guerra abierta entre cristianos y musulmanes en África arrojará luz sobre el mismo conflicto que se mueve sobre la superficie de Europa y América del Norte. Un Papa africano tendría la posibilidad de comprender mejor el conflicto con el Islam, pero se sentiría implicado en primera persona, sobre todo en la búsqueda de una solución.
Un Papa africano ayudaría, además a desviar la atención de Europa y de Norteamérica de algunas cuestiones consideradas cruciales pero que para los africanos son del todo indiferentes. El intelectualismo norteamericano y europeo parece obsesionado por la igualdad de los derechos, el matrimonio homosexual, la ordenación de las mujeres, la anticoncepción y las cuestiones de género. A la mayor parte de los africanos no les interesan estas cuestiones. En realidad les disgusta la decadencia occidental.
Por lo que respecta a las cuestiones económicas, los africanos se preocupan por la paz y por la justicia, pero quieren desafiar el continuo colonialismo económico de las naciones occidentales. En cuanto a la pobreza o a la riqueza, para muchos africanos la preocupación es inmediata: ¿mi hijo comerá hoy? ¿habrá una escuela a la que pueda ir? ¿mis padres encontrarán un hospital? Un papado africano destacaría las reales necesidades de los pobres y las razones globales de su pobreza. Los africanos ven la lucha por la igualdad de derechos en un nivel más profundo y esencial. Quieren tener el derecho de ganarse el pan para vivir, el derecho de comer todos los días, el derecho a tener una alojamiento y el acceso al agua potable.
Es necesario recordar que el Papa no es un líder político, ni un hombre de Estado, un diplomático, un economista o un asistente social. Es el líder espiritual de millones de católicos de todo el mundo. Un Papa africano, aunque se eduque en Occidente, equilibraría una instrucción occidental racional con una fe viva en el catolicismo como religión revelada a nivel sobrenatural. El cortés y educado liberalismo de Occidente no es adecuado para muchos africanos para los que la religión es esencialmente una transición entre este mundo y el que vendrá. Un Papa africano ayudaría a los católicos a recordar que su fe tiene que ver, antes que nada, con la batalla entre el bien y el mal y la lucha por la salvación del alma.
Este cambio de perspectiva es, quizás, el don más grande que un papado africano traería a la Iglesia y al mundo. Sería un don de luz en el corazón de las tinieblas y un don de renovación para una cultura europea envejecida, fría y que ahora se ha convertido en el nuevo corazón de las tinieblas.
[El padre Dwight Longenecker es párroco de Nuestra señora del Rosario en Greenville, Carolina del Sur (Estados Unidos)]