Con este gesto “le ahorra a la Iglesia y al proceso evangelizador mucha incertidumbre”
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-¿Qué le pareció el texto de la renuncia del Papa y lo que agregó en la Audiencia de este miércoles?
El texto de la renuncia del Papa Benedicto XVI a la Sede de Pedro, tanto como el agregado de la Audiencia, no dejan lugar a dudas: He llegado a la certeza, ha dicho, de que la edad avanzada me ha disminuido las fuerzas para ejercer adecuadamente mi ministerio como sucesor de Pedro. Lo ha dicho con toda claridad y lucidez mental.
-¿Qué lectura le podemos dar a la renuncia?
Esta renuncia tiene muchas lecturas. Para mí fue un acto de soberana libertad y responsabilidad. Quiso ahorrarle a la Iglesia las penas de un pontificado deteriorado y el desgaste de fuerzas y actos de gobierno que ese tiempo conlleva cuando el ritmo del mundo y de la Iglesia son tan veloces, máxime ahora que acaba de inaugurar el tiempo de la Nueva Evangelización. Le ahorra a la Iglesia y al proceso evangelizador incertidumbre y un tiempo precioso.
-Hay mucha diferencia con Juan Pablo II…
Es verdad que el Papa Juan Pablo II no quiso bajarse de la cruz, como él dijo. Tampoco el Papa Benedicto lo hace. Ambos sufren por la Iglesia, pero de distintas maneras. Admitamos las diferencias, que son las que adorna y enriquecen a la Iglesia. Ningún Apóstol se parece a otro. Jesús los escogió distintos, pero todos fieles hasta la muerte.
-¿Cuál es el legado de Benedicto XVI a la Iglesia?
El legado del Papa Ratzinger fue su amor humilde y sabio a la Iglesia. Fue un interlocutor válido ante el mundo desde el esplendor de la verdad y la riqueza de su sabiduría. A él lo iban a escuchar, no a ver. Y tenía el don de la claridad dentro de su profundidad como pensador y como maestro. Fue un regalo de Dios a su Iglesia. Decía verdades de a kilo, que no gustaban; pero lo hacía con modestia, sin ofender. Quien tenía oídos atentos y sinceros, lo escuchaba con atención.
-Juan Pablo II y Benedicto XVI serán los dos últimos papas del Concilio…
Tanto el Papa Juan Pablo II como el Papa Ratzinger fueron testigos y actores privilegiados durante el concilio Vaticano II. A ambos los destinó Dios para continuar esta obra con su magisterio desde la Sede de Pedro. Los planes del Señor son admirables y debemos agradecerlos de corazón.
-¿Qué sigue para la Iglesia?
Lo que nos resta es la confianza en Dios. Y orar por la Iglesia. La Iglesia es de Dios, y está en sus manos. Nosotros somos simples servidores. Y servidor fiel y prudente fue el Papa Benedicto XVI. Oremos por él.