La justicia debe actuar con rapidez y ecuanimidad sin buscar réditos políticos
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Aumenta la preocupación entre los católicos ante el clima de inestabilidad política provocado por los recientes casos de corrupción que salpicarían a miembros del actual Gobierno. La Revista Ecclesia, que edita la Conferencia Episcopal Española y dirige el sacerdote y periodista Jesús de las Heras, publica hoy un editorial en el que reconoce que en las últimas dos semanas, “la situación se ha agravado muy notable y severamente hasta el punto de que creemos que España está viviendo los momentos más delicados de los últimos treinta y cinco años”.
Las últimas noticias relacionadas con el supuesto pago de sobresueldos a miembros del PP, algunos de ellos con cargos en el Gobierno (el conocido como “caso Bárcenas”), junto con el acoso a sedes de este partido – así como otras tramas que están instruyéndose en los juzgados, como el caso Noós, la trama de las ITV en Cataluña o el escándalo de los EREs en Andalucía -, han propiciado un clima “áspero y convulso”, reconoce el editorial.
Ante esto, la moral cristiana exige guiarse por dos criterios: “en primer lugar, es preciso saber la verdad, toda la verdad, del “Caso Bárcenas” y de los otros “casos” que nos asolan. Urge, pues, que la Justicia actúe con premura, libertad, independencia y ecuanimidad. La resolución de estos casos no puede ni debe demorarse. Es mucho lo que está en juego”.
En segundo lugar, afirma el editorial, “la presunción de inocencia debe ser siempre un derecho a proteger, a respetar y a promover. Y un Estado de Derecho, como el español, no debe dar cabida alguna a la presunción de culpabilidad”.
Especialmente, el editorial alerta contra la tentación de utilizar estos casos para obtener ventajas políticas: “la gravedad de las posibles imputaciones no puede ni deber ser alimentada ni “retroalimentada” solo mediante supuestas exclusivas periodísticas, ni mediante sesgados debates mediáticos, ni mediante juicios paralelos y sectarismos varios, y menos aún mediante ejercicios de agitación ciudadana”.
Antes que sus hipotéticos efectos políticos, señala el texto, “lo que importa es la verdad. Y, por ello, desenmascarar a los mentirosos y corruptos, sean quienes sean y estén donde estén”.
La corrupción debe ser reprobada “sin paliativo alguno, venga de donde venga y se presente bajo las formas que se presente. Lo que entendemos popularmente por corrupción es un delito, un pecado, una vergüenza, un escándalo”, afirmaba Ecclesia en otro editorial dos semanas antes.
Historias así “salpican, marcan y lastran la vida pública y que incluso, según revelan las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y más allá de exageraciones y generalizaciones siempre injustas, para los españoles el cuarto problema más grave actual sean los políticos”.
No cabe otra opción, señala la publicación de la CEE, “que exigir a los dirigentes políticos la verdad, la honestidad, la honradez, la asunción de responsabilidades y el esclarecimiento total y sin maquillaje alguno de estos casos y otros similares. Y, con el lenguaje -tan al uso en la teoría, pero tan en desuso en la práctica- de los mismos políticos, estas actitudes, estas medidas, estas terapias hay que aplicarlas “caiga quien caiga”, “cueste lo que cueste y a quien le cueste”…. Y es que está en juego no una cuestión solo de estética, sino, ante todo y sobre todo, de las más elementales y precisas ética, justicia y verdad”.
Estos mismos criterios y valores “deben aplicarlos los políticos tanto cuando la corrupción los “toca” en primera persona como cuando les “toca” a los otros partidos y piensan que pueden sacar réditos electorales y de imagen”, advierte, pero también han de ser de obligado cumplimiento “para los medios de comunicación”.
“La loable misión periodística de contar la verdad y denunciar la mentira, en este caso la corrupción, es un deber, noble y necesario”. Ahora bien, “por la gravedad del tema y las repercusiones y climas de opinión que generan, se han de extremar, en sus fuentes y en sus afirmaciones, la veracidad de las informaciones y la ecuanimidad de las opiniones. Porque lo contrario, también podría ser corrupción, en el grado que correspondiera”, señala el editorial.
“Devolver la confianza a los ciudadanos, sí. Y también restablecer la justicia violada y evitar, en todos, actitudes y sentimientos de desconfianza, escepticismo, aislamiento, cinismo, venganza, cainismo, envidia y mentira. Porque la honestidad es un deber inexcusable para todos”.