Hoy durante la hora santa reflexioné mucho en las dificultades que todos enfrentamos. Me ocurre que por estar enfrentándolas me alejo de la vida de oración. Caigo en malos pensamientos. Y me concentro en la forma de salir de esta situación adversa. Mi mente gira en torno a esto todo el día y toda la noche.
Hoy estaba frente a Jesús, pero no me encontraba con Jesús. No estaba con Él. Mi mente iba bien lejos. Muy lejos.Y me di cuenta que lo material nos resta espiritualidad. Desenfoqué mi vida olvidando lo esencial. Aquellas cosas que no puedo controlar, Jesús sí puede con ellas y más.
“Si hago mi parte”, pensé “y el resto se lo dejo a Él, saldré airoso de la prueba”.
He pensado que no debo dejar que la adversidad me aleje de Dios. En su presencia me siento seguro y tengo paz.
Justamente hoy fui lleno de inquietudes a la Hora Santa. Y me distraje constantemente. Por momentos olvidé la dulce presencia de Jesús.
Era como si Él me llamara:
“Claudio”. Me sonríe lleno de Ternura. “Aquí estoy. Quiero ayudarte”.
“Mi buen Jesús, perdóname”.
Alejé todos esos pensamientos y me concentré este estos hermosos momentos de adoración.
Jesús me brindaba un oasis espiritual y yo lo necesitaba con urgencia.
Siempre recuerdo este sacerdote que me preguntó cómo estaba. Y le respondí: “Muy bien. Pero si confiara un poco más en Dios, estaría mucho mejor”.
Confiar en Dios es abandonarse en su santa voluntad. Te permite tiempos de oración y contemplación. Te ayuda a sentirte seguro y tranquilo sabiendo que todo saldrá bien.
A veces me ocurre lo de hoy. Me llegan mil inquietudes que me distraen. Pienso en ellas. Trato de encontrar diferentes soluciones. De pronto me doy cuenta y me digo:
“Claudio… no caigas en esa trampa. Confía”.
Reconozco mi poca fe. Sé que Dios es Todopoderoso, para Él no hay nada imposibles y es mi padre celestial. Se lo recuerdo todos los días con el rezo del “Padre Nuestro”. Estoy seguro que no me abandonará. Nunca lo hace, aunque sea yo quien lo olvida a Él.
El sacerdote nos bendice con el santísimo. Sólo puedo agradecer a Jesús tanto amor. Insondable, eterno, incomprensible. Qué momento más emocionante. Estar allí en Su presencia, ante Él.
De mis labios brota una sola palabra: “GRACIAS”.
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