La Cuaresma está llegando a su fin.
No olvides a Aleteia en tu ofrenda cuaresmal
para que brille la esperanza cristiana.
¡Apoya a Aleteia!
Hoy me volvió a ocurrir. Me invitaron a un programa en Radio María de Panamá. Suelo visitar a Jesús en el sagrario previo al programa. Me quedo con Él en silencio. Y antes de marchar le pregunto:
“¿Qué quieres que les diga?”
Por lo general suelo sentir estas dulces palabras en mi alma:
“Diles que los amo”.
Así que empezando el programa me acercó al micrófono y digo:
“Jesús te ama. Sobre todas cosas. Porque eres especial para Él”.
Hoy fue diferente. Una palabra llenó mi alma:
“Caridad”.
Me doy cuenta que es conmigo. Debo amar más, tener caridad con todos, comprender que cada persona lleva sobre sus hombros una historia que desconozco.
Entonces vuelvo mi vista sobre estas palabras de la Primera Carta a los Corintios.
“Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.”
Hoy me he preguntado:
¿De qué me sirven todos mis actos si los hago sin amor?
Me acerqué al micrófono y leí esas palabras sobre la caridad. Cada una retumbaba en mi corazón y me dolía lo poco que he avanzado en la fe, por mi falta de caridad.
Recordé una historia que una vez leí sobre un gatito en un convento de religiosas. Dividió en poco tiempo la comunidad y trajo conflictos. Unas religiosas amaban el gato, a otras les causaba malestar, otras eran indiferentes. Olvidaron la caridad y se dividieron en bandos.
Igual puede ocurrir en nuestras barriadas, nuestras familias. Un pequeño percance es capaz de dividirnos. Amigos de años dejan de serlo.
Nos falta amar. Perdonar de corazón.
Si perdonáramos el mundo sería maravilloso. No existirían las guerras, ni los conflictos, ni las divisiones.
“El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo”.
En mi caso, sé que debo perdonar y olvidar cuando me hacen daño. Ofrecer los disgustos, las incomprensiones, las injusticias. Y para lograrlo debo amar.
No deseo perdonar y “nunca olvidar”. Deseo ser capaz de perdonar y abrazar compasivo a mi contrincante. Verlo como mi hermano. Amarlo. Y es lo que le pido a Dios cada mañana. Ser capaz de salir de mi casa y amar.
…………
Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castrodonde podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario y a leer su libro: 70 Veces 7; El Camino del Perdón