25 de diciembre. A las 4:30 am me desperté. “¡Es Navidad!”, me dije y me levanté de la cama.Le di un beso a mi esposa y salí presuroso de la casa. Tenía en mi interior como una necesidad. “Hoy cumple años mi mejor amigo”.
Quise darle una sorpresa y me fui en auto al Santuario Nacional del Corazón de María.
Aún estaba cerrada la Iglesia, pero me permitieron entrar. Me sentí tan feliz.
Fui al oratorio donde está el sagrario y entré cantándole a Jesús:
“Feliz cumpleaños a ti,
Feliz cumpleaños Jesús…”
Creo que le arranqué una sonrisa. O tal vez un gesto como diciendo:
“¿Qué es esto Claudio?”
“Es que te quiero Jesús”, le respondí.
En ese maravilloso momento sentí en lo más hondo de mi alma sus palabras de agradecimiento:
“Yo también te quiero Claudio”.
Me he sentido de pronto abrazado. Un abrazo tierno y prolongado. En mi interior sabía que era Él.
“¿Te sentías solo?” le pregunté.
“A veces Claudio, me siento solo”.
“Pues hoy no será ese día”, repliqué. Y volví a cantarle:
“Feliz cumpleaños a ti,
Feliz cumpleaños Jesús…”
De poder ver con los ojos del alma habría podido notar a los ángeles del cielo, millones de ellos cantándole a su vez, una canción aún más hermosa, con voces celestiales.
Este tipo de locuras no suelo hacerlas con frecuencia, pero debiera, locuras de amor por aquél que es el Amor.
Me senté un rato en silencio. Quería contemplar su majestad. Acompañarlo. Que supiera que no está solo. Que millones de católicos en el mundo entero le aman.
De pronto ocurrió algo maravilloso, extraordinario, que no sabría explicar, pero que me acompaña en estos momentos que te escribo.Fue como una certeza. Sencillamente lo sabes, lo intuyes.
Me di cuenta que había una forma de comprender lo que acababa de ocurrir y recordé aquél hermoso villancico sobre el niño del tambor que fue a ver al niño recién nacido en Belén. Era tan pobre que no tenía nada que darle y se puso a tocar frente al pequeño Jesús.
“El camino que lleva a Belén
voy marcando con mi viejo tambor,
nada hay mejor que yo pueda ofrecer,
su ronco acento es un canto de amor
al Redentor, al Redentor.
Cuando Dios me vio tocando
ante Él me sonrió”.