La Cuaresma está llegando a su fin.
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Esta Cuaresma todo me ha costado más.
Vivir a plenitud una cuaresma no es sencillo. El año pasado me propuse tener una cuaresma santa. No había pasado una semana y ya estaba cayendo, ofendiendo a Dios. Por eso me dije: “Este año, para no caer en tentación debo proponerme lo que recomendó Jesús a sus apóstoles y a nosotros:
“Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil»(Mt 26, 41)
“velad y orad”, esa es la clave para vivir la cuaresma sin tanto tropiezo y aprovechar estos días de gracia.
Mis primeras palabras al despertar cada mañana son para el buen Dios:
“Gracias Padre, por este nuevo día. Ayúdame a ser mejor”.
Siento como si escaláramos una montaña y a medida que subes el aire es más pesado, todo te cuesta más. A mí, al menos, cada día me cuesta más. Jesús lo sabe. Me conoce. Y me dice:
“Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mt 26, 41)
Debo velar, estar atento, pendiente.
Aprendo a discernir lo que viene de Dios y lo que no. Por ejemplo, esa persona que tanto daño me ha hecho, quisiera odiarla, devolverle el mal que me ha hecho. Entonces recuerdo estas palabras: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Comprendo que debo amar, y me niego a odiar. No lo haré. No lo permitiré.
Deseo agradar a Dios en mis pensamientos, palabras y actos.
Quiero que el buen Dios al mirar este mundo diga:
“Miren, aún hay personas que me aman y cumplen mi voluntad”.
Sé que soy débil por eso hago mi esfuerzo y cuando no puedo más me abandono en su AMOR. Dios me toma en sus manos paternales y me lleva con Él. Y yo, a gusto, voy feliz, de saberme tan amado desde una eternidad.
A veces nos sentimos como desamparados ante el dolor y las tentaciones de la vida. Es el momento de ser fuertes, orar y perseverar.
Persevero gracias a la oración, los sacramentos y mis visitas al Jesús en el sagrario. Conozco mis limitaciones. Estoy como cualquiera, expuesto a las tentaciones, al mundo, al enemigo de las almas. Sabiendo esto, lucho, con todas mis fuerzas, oro y le pido a Dios las gracias que tanto necesito.
Sin la oración jamás podremos avanzar. Me doy cuenta porque cuando pasan días sin que rece, todo va mal. Cuando rezo todo es mejor, más sencillo.
Terminando de escribir, iré a ver a Jesús en el sagrario.
Es allí, con Él, donde encuentro mi refugio de paz y alegría. Donde aprendo a perdonar y amar. Donde veo la sonrisa de Jesús.
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Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castro Allí podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario.