Hace muchos años, sin trabajo fui a verle preocupado. Me arrodillé delante del sagrario.
“A mi edad nadie me da trabajo”, le dije.
Y se me ocurrió preguntar:
“¿Me contratarías Tú?”.
Luego de un largo silencio me pareció escuchar en lo más profundo de mi alma, estas palabras:
“Trabajarás para mí”.
¡No podía creerlo! Imaginé la gran aventura que ello significaba y estaba feliz. Recuerdo que salí emocionado de aquél oratorio para contarle a mi esposa. Tendría trabajo nuevamente y con el mejor de los jefes, el que paga mil por uno.
Estacionándome en la casa, a punto de bajarme del auto, me dije:
“No le pregunté qué voy a hacer”. Y regresé inmediatamente a la Iglesia. Me arrodillé delante del sagrario y le pregunté:
“¿En qué voy a trabajar?”
La misma dulce voz, llena de ternura, esta vez con dolor, respondió:
“Escribe. Deben saber que los amo”.
Han transcurrido más de doce años desde aquella mañana frente al sagrario, que cambió radicalmente el rumbo de mi vida. Yo, un pobre escritor, y Él mi mejor amigo, y vaya que han ocurrido eventos extraordinarios.
Cuándo iba a imaginar que estaría escribiendo estos blogs en Aleteia, compartiendo mis experiencias y las de muchos que las comparten conmigo.
Este año publicaré mi primer libro en chino y ruso, si Él me ayuda a lograrlo.
Es maravilloso tenerlo por amigo, saber que en cada sagrario me espera.
Cuando entro suelo decirle: “Llegué. Aquí estoy Jesús”. E invariablemente me parece escuchar: “Te esperaba Claudio”.
Nunca sospeché que detrás de una visita al sagrario encontraría mi verdadera vocación: “El apostolado de la palabra escrita”.
Últimamente me escriben y me preguntan cómo descubrir una vocación ante el sagrario, con Jesús Sacramentado.
“¿A quiénes llama Jesús?” Me pregunto a veces. “¿Qué cualidades deben tener?”
Sus apóstoles eran pescadores.
Mateo recolector de impuestos.
San Pablo un perseguidor.
Nunca dejo de sorprenderme. Una vez leí que busca a los más débiles, los pecadores, los que nadie miraría, los inocentes, los de corazón puro, y los humildes, para que se note que la gracia vino de Él y por Él.
No busca cualidades humanas. Desea un corazón fértil, que acoja su palabra.
Jesús mira el corazón. Sabe quién eres. Y espera MÁS DE TI.
Él es quien te da las señales.
Responde con amor y generosidad porque quien ama NO TEME.
Acoge a Jesús con el corazón de un niño que confía.
¿Sientes que te llama? No tengas miedo.
Escucha su voz.
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Te invitamos a conocer la página de nuestro autor Claudio de Castrodonde podrás leer sobre su vida y aventuras en torno al sagrario.