Hoy me he despertado con una tendencia en twitter que ha alegrado los primeros minutos del día, tras mi oración. Y es que, dada la cercanía del 14 de febrero, el hashtag #SiYoFueraCupido es trending topic en España. Como os podéis imaginar, la variedad de tuits cubre desde el romanticismo más bequeriano hasta el sarcasmo más quevediano.
Es verdad que el Día de S. Valentín, también conocido como el Día de los Enamorados, tiene defensores y detractores por igual. Mientras unos se afanan en intentar convertir la fecha en un lugar en el calendario propicio para celebrar con nuestras parejas aquello que nos une, y para disfrutar de algún momento especial de cena, intimidad, etc.; los otros intentan a toda costa demostrar que el tal día de no se sabe bien qué enamorados no es más que un invento del mercado manipulador, cuyo objetivo dista mucho del amor entre las personas y se acerca más al beneficio económico que de él se deriva. Mientras, muchos “singles”, por vocación o por circunstancias, piensan a quién regalarle flor por aquello de no parecer un paria.
Lo que parece claro es que el amor sigue ocupando las portadas de nuestras vidas. No son las armas, ni los insultos, ni los créditos, ni la bolsa y sus inversores, ni el hambre ni las desgracias naturales… No. Es el amor. Todos ansiamos que esa rosa sea para nosotros. Todos queremos ser el amor de alguien. A todos nos gusta saber, o nos gustaría, que hay alguien que me mira con mirada tierna, cuyo corazón se acelera cuando estamos juntos, cuyo recuerdo guarda bajo llave mil y un momentos y lugares que se han convertido ya en “nuestros”.
Entiendo a los adolescentes y jóvenes cuando empiezan a descubrir que más allá de estudios, carreras universitarias, propósitos, principios o amistades… existe el enamoramiento, el perderse por alguien, el derretirse ante un tono de voz, el encenderse ante una caricia adecuada. Nosotros, adultos ya y curtidos en el arte amatorio y en el apasionante y arduo laberinto de la vida en pareja, los miramos con condescendencia y culpamos a las hormonas de ese estado de locura transitoria. Puede ser que llevemos razón. Pero ¿hay amor sin locura?
Curiosamente creo en un Dios que vive locamente enamorado de mí y cuya locura se manifestó, y se sigue manifestando, en la cruz. A ver quién es el guapo que le dice lo de las hormonas. Yo prefiero dejarlo hacer… #SiYoFueraCupido fabricaría mis mejores flechas con las astillas de esos maderos.
Un abrazo fraterno – @scasanovam