La Cuaresma está llegando a su fin.
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Mi familia se va de Pascua. Son ya muchos años haciendo las maletas para juntarnos con otras familias de nuestro entorno escolapio y celebrar, acompañados y en real comunidad, aquello que sustenta nuestra fe y nuestras vidas en su profundidad. Mi mujer y yo crecimos, en nuestra adolescencia y juventud, con esta vivencia pascual tan rica y ahora, con nuestros hijos, simplemente les enseñamos a que lo más importante merece ser celebrado con importancia.
El plan tiene varias características que hacen posible que volvamos siempre alegres y satisfechos:
- Lo primero es que podemos estar los cinco y que el plan está preparado para compartir momentos y, también, para que niños y adultos tengamos momentos por separado que permitan a cada grupo trabajar en las condiciones necesarias. Así, las comidas, las oraciones de la mañana, las celebraciones… son siempre conjuntas, pero las reflexiones, las catequesis, algún taller… se hacen de manera separada.
- Lo segundo es que suelen celebrarse en lugares idóneos para pascuas familiares, lugares espaciosos y grandes y que siempre están en contacto con la naturaleza. Suelen ser en la sierra o en algún pueblo en medio de la montaña… De tal manera que es fácil poder pasear en algún momento u organizar alguna de las actividades al aire libre. La naturaleza siempre nos lleva a Dios. ¿Y hay algo más hermoso que un Via Crucis o un rito del fuego, en la Vigilia Pascual, bajo un cielo hermoso, sintiendo el aire en el rostro, oliendo a perfume natural?
- Lo tercero es que nos alejamos del ruido más tradicional y cultural de la Semana Santa. Sin querer desprestigiar la religiosidad popular de pueblos y ciudades, es difícil llegar a experimentar en el corazón los misterios de la Pasión y la Resurrección rodeados de trajes, ruidos, gente, pasos, procesiones… y todo lo que esto conlleva: turistas, fotos, móviles, intereses y motivaciones diversas y, muchas veces, divergentes…
- La convivencia total con el grupo que nos juntamos esos días permite que haya una gran intensidad, cariño, gozo, tensión, acompañamiento… Estamos juntos, sin salir, sin separarnos, hasta que la Pascua nos envía a anunciar la Buena Noticia a nuestros lugares de origen. Ese contacto permanente crea un ambiente muy bonito que facilita, a la hora de celebrar, sentir y saber que hay una comunidad real, que se conoce, que se quiere, que comparte vida y misión…
- Lo quinto es que la Pascua la preparamos nosotros mismos. Hay religiosos, sacerdotes, laicos, solteros, casados… pero entre todos nos repartimos los momentos y los preparamos con cuidado y dedicación. Uno prepara una catequesis, otros ambientan los lugares, otros el “monumento”, otros las oraciones, otros el material para un tiempo de silencio, otros el Via Crucis, otros los diferentes momentos de la Vigilia, otros las lecturas…
Este año iremos a Peralta de la Sal, al lugar que vio nacer en el s. XVI a S. José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y patrono de la educación popular. Os iré contando. La Pasión se presenta aPASIONante.
Un abrazo fraterno – @scasanovam