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Mirada sobre la familia de Nazaret

Christ in the House of His Parents (‘The Carpenter’s Shop’) 1849-50 by Sir John Everett Millais, Bt 1829-1896

Santi Casanova - publicado el 28/12/16

José trabajaba la madera. Era un autónomo, sin vacaciones y con apreturas, que se veía solo y abandonado por una Administración que no apostaba por ese colectivo. Si fuera un poco engreído, José contaría que era empresario, pero como era un tipo humilde él prefería decir que era carpintero. No tenía a ningún trabajador a su cargo y lo único que podía permitirse era el alquiler de un pequeño local en una calle no muy céntrica de Nazaret. Los encargos llegaban, unos meses más y otro menos, y los beneficios eran suficientes para pagar los gastos y poder dar de comer a su familia. José, ahora que había nacido su hijo, miraba el futuro con cierta preocupación y con la presión de cualquier padre que quiere lo mejor para sus hijos.

María era muy joven. Se había quedado embarazada antes de casarse y, con ello, se había ganado ser el centro de las habladurías de una población pequeña y rural como era Nazaret. Todos la conocían allí. Ella, alegre por naturaleza, supo cargar con el que dirán y decidió apostar por tener el bebé, pese a los recelos de su propia familia. Ahora le faltaba tiempo para llenar al pequeño de cuidados. Los días se le pasaban volando y ella tenía la sensación de no llegar a casi nada y de no poder atender a su esposo como éste requería. María no trabajaba y la llegada del bebé la apartó de diversiones y de amistades. Su tarea era otra ahora. Su oído se agudizó, su sensibilidad ante cualquier manera de sufrimiento se multiplicó y su cansancio pasó a formar parte ya de su ser.

Los abuelos, tras el disgusto inicial, estaban encantados con el nieto. La madre de María se pasaba las horas en casa de su hija y, aunque sabía que José y María necesitaban ratos para ellos tres, le podían las ganas de tener a su nieto en brazos. La madre de José se pasaba también de vez en cuando y sacaba al pequeño cuando María tenía que realizar algún recado y José estaba trabajando. Ambas le contaban a María cada día los trucos que ellas habían utilizado cuando habían tenido a sus hijos y lo mucho que habían cambiado las cosas desde entonces…

Nazaret seguía perdiendo población cada mes. Los jóvenes marchaban a Jerusalén en busca de trabajo y un futuro mejor, a veces en la misma corte del Rey Herodes o al servicio de Roma. La sinagoga del pueblo se quedaba sin sangre nueva que mantuviera la esperanza viva en un mundo sin dominación, sin esclavitud, sin hambre, con justicia… El Mesías era ya para muchos una utopía, un sueño, el estribillo de muchos salmos y dichos… sólo eso.

Jesús crecía día a día. Era un niño alegre, pequeño todavía para darse cuenta del mundo en el que había nacido. Su madre le parecía la más guapa. Su padre era, para él, el más fuerte. Le encantaba jugar con sus abuelos y su pueblo le parecía el lugar más maravilloso de la faz de la tierra. Fue un niño querido… y movido… y listo… sobre todo para sus abuelas. Por las noches, rezaba junto a su madre. Por el día, iba cogiendo gusto por la madera. De aquella, él no sabía que ese olor del taller de su padre, a madera fresca, le acompañaría ya hasta el final de su vida.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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