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El infierno de no poder amar

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Santi Casanova - publicado el 20/01/16

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Ayer me acostaba haciendo oración con la parábola del anónimo rico y del pobre Lázaro. Tras leer el comentario y la reflexión sobre la misma, de monseñor Antonio Pitta, me he quedado impactado y ciertamente angustiado. Nunca había profundizado tanto en esta parábola y nunca me había percatado de detalles que hacen de esta parábola algo especial.

La conclusión es que todo lo que no se haga en la vida terrenal, no se puede solucionar en la vida eterna. Ese rico, que conociendo al pobre Lázaro y su necesidad, no supo, ni quiso, abrir las puertas de su casa, de su fiesta, de su corazón… en la vida terrenal, queda condenado en la vida eterna sin que nada pueda ya hacer Dios. ¡Tremendo! La misericordia de Dios se conjuga siempre con la del prójimo y cuando ésta falta, no hay espacio tampoco para la primera. La posibilidad está mientras uno tiene un pobre delante, un prójimo al que asistir y amar. Si se deja escapar… puede no haber vuelta atrás.

A todos nos ha sido concedido un tiempo y no hay prórroga. Este Año de la Misericordia estamos llamados a refrescar nuestro corazón y a abrirle las puertas a la misericordia del Padre y a decidirnos de una vez por todas a atender y compadecernos de nuestros hermanos que sufren la guerra, el hambre, que están solos, presos, enfermos… en fin…  Esto me ha dado mucho que pensar. ¡Relativizamos tanto todo esto! Nos justificamos en un mundo donde, es verdad, parece que nos cierran las puertas a ser misericordiosos y uno se las ve y se las desea, a veces, para ayudar. Pero, en realidad, me he acomodado por un lado y, por otro, me da miedo.

  • Tengo miedo de dejar de atender a aquellos por los que realmente he apostado en mi vida: mi mujer, mis hijos, los más cercanos. Tengo miedo de atender mucho fuera y quedarme corto dentro.
  • Tengo miedo de apostar por un tipo de vida que me obliga a ser más pobre de lo que soy, a vivir peor de lo que estoy viviendo, a aumentar mis incomodidades, a tener menos cosas, a disfrutar menos…
  • Tengo miedo de lo desconocido, de un potencial peligro, de ser perseguido, etiquetado, marcado, señalado…
  • Tengo miedo de equivocarme. De equivocarme de motivación, de trasfondo… de buscar sólo salvación como premio, en lugar de amar sin más.
  • Y tengo miedo de desesperar, de desfallecer, de sentir que no llego ni a una milésima parte de lo que se necesita. Tengo miedo de quebrar, de romperme.

Un pobre, con nombre y apellidos, llama a mi puerta. Y a la tuya. Y a la vuestra.

«Si el infierno es el sufrimiento de no poder amar, cada instante de la vida humana que no se vive por amor anticipa el infierno»

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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