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Ayer murió un piloto de motociclismo en el circuito de Montmeló, en España, tras un accidente en una de las rondas de entrenamiento. Todos los diarios se hicieron eco de la noticia y publicaron las reacciones dolorosas de compañeros de profesión, familiares, amigos, deportistas, políticos… Una mezcla de rabia, tristeza, consternación, etc. que llenó también las redes en las horas posteriores. Pero fue el titular del diario El Español lo que más me dio que pensar: “El día que el ángel de la guarda abandonó al chico que se arrodillaba antes de cada carrera”. Luis Salom, que así se llamaba el piloto, rezaba un padrenuestro antes de cada carrera.
Que un diario generalista español haga referencia al ángel de la guarda me resulta, cuanto menos, curioso y más cuando la pregunta que deja de fondo es una pregunta inquietante: ¿Cómo Dios pudo abandonar a alguien que se encomendaba a Él cada vez que salía a la pista?
Rezar para pedir protección es algo natural en el hombre. Si uno lee la Biblia y revisa la historia de la humanidad, apelar a Dios antes de una batalla, de un importante acontecimiento, es algo que se ha hecho y que se sigue haciendo. En mi familia, por ejemplo, es subirnos en el coche antes de un viaje largo y nos falta el tiempo para rezar al ángel de la guarda y ponernos en manos de María. Alguien, desde fuera, podría preguntar que por qué ante un viaje largo y no cada vez que salimos de casa o por qué Luis lo hacía antes de salir a la pista y, a lo mejor, no en otras situaciones de su vida. Yo, que vuelo siempre con una dosis de miedo importante, me santiguo y rezo antes de meterme en un avión, pidiendo, si no parece mal ahí arriba, que el avión aterrice y que todos los pasajeros lleguemos vivos a nuestro destino.
Pero ¿usamos en parte la oración para sentirnos mejor? ¿Rezamos para calmarnos? ¿Oramos mientras otros se toman un Transilium o un Lexatin? ¿Qué decimos a los que, como Luis, rezan pidiendo protección y mueren? ¿Qué decimos a los cristianos perseguidos que se ponen en manos de su Señor y ven que las cosas van a peor? ¿Qué decimos a la madre que pide la curación de su hijo y lo coge entre sus brazos, finalmente, para llorar su marcha?
Yo sólo puedo abrazar a los familiares de Luis Salom, a sus compañeros, y acompañarles también en este misterio del dolor, del sufrimiento y de la oración no escuchada. Acompañares y decirles que no, que su ángel de la guarda no estaba en huelga y que Dios no estaba mirando para otro lado. Esas son certezas que tengo, pero que cuesta explicar. Cuando volvamos a estar con Luis… llegarán las respuestas.
Un abrazo fraterno – @scasanovam