Este pasado sábado, día de Nuestra Señora de la Merced, he cumplido cuarenta años. Hoy, terminando el fin de semana, puedo decir que estoy satisfecho, feliz, contento y en paz. ¿Por qué? Pues porque creo que he sabido cumplirlos.
- Los años creo que deben cumplirse con alegría. La alegría es fruto de la paz interior y un cumpleaños es siempre motivo de revisión y acción de gracias por lo vivido y por seguir disponiendo de vida hacia adelante. La alegría a mí me brota de cuarenta años vividos plenamente, con mis enredos, mis pecados, mis fracasos y mis heridas… claro que sí. Pero por eso también han sido plenos, porque encaré la vida de frente, me atreví a vivirla y creo que puedo mirar atrás con satisfacción y paz.
- Como decía antes, un cumpleaños es, ante todo, una profunda acción de gracias y por eso, creo que más que por otra cosa, uno quiere tener alrededor a aquellas personas por las que merece la pena elevar un “gracias” bien alto al cielo, aquellas personas con las que simplemente merece la pena gastar la vida, aquellas personas con las que uno no entiende su vida sin ellas. Yo me rodeé de las personas más importantes y especiales. Muchos otros podían haber estado pero he querido poner la frontera en algún sitio. La vida fue ayer y es hoy y, de alguna manera, los que estuvieron conmigo son personas que estuvieron en el ayer y que siguen estando en el hoy y alguna que está en el hoy y que, con toda certeza, seguirá estando mañana. ¿Hay algo más maravilloso que entrelazar la propia vida con otros? ¿Hay algo más sagrado que la amistad, que la familia, que los hermanos de fe? No estuvieron todos los que son pero eran todos los que estaban.
- Creo que ha sido acertada la decisión de organizar algo especial para estos 40 años. Las personas necesitamos de hitos, de paradas en el camino, de finales de capítulo y comienzos de otro. Merece la pena celebrar la vida como se merece y yo quería que este cumpleaños fuera, sencillamente, distinto y especial. Porque nunca más cumpliré cuarenta años y porque no, no son iguales a los treinta y nueve ni a los cuarenta y uno. No hay pragmatismo que valga en estos asuntos. Por eso lo celebré en el lugar donde nací… porque ahí empezó todo y porque la historia de lo vivido desde el minuto uno es importante para entender lo que soy hoy. Ningún segundo merece ser olvidado, ninguno ha sido irrelevante.
- Y, por último, seguir poniendo a Dios en el centro de la vida, también de los momentos festivos y trascendentes de uno. Comenzar la celebración de un cumpleaños con una Eucaristía no es algo al uso pero era, sin duda, lo que le daba sentido a todo. Ponernos delante de Dios y presentarnos ante Él, amigos, familiares… ¿Quién mejor que Él me conoce? ¿Quién más que Él me ama? ¿Quién mejor para explicar cómo han discurrido estos cuarenta años? ¿Quién mejor para sostener lo que está por venir?
Hay paz en mi corazón. Desborda la alegría y el agradecimiento. Tengo cuarenta años y miro hacia adelante para comprobar que me espera una década apasionante donde todo está por hacer. Yo estoy preparado para el camino. Dispongo de hermanos y amigos para no hacerlo solo. Y me sé cuidado y sostenido por el mejor de los Guardianes. ¿Qué más puedo pedir?
Un abrazo fraterno – @scasanovam