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¿Cómo celebro la Navidad si mi familia no es religiosa?

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Santi Casanova - publicado el 17/12/16

La Navidad tiene un cariz tremendamente familiar. Desde siempre, la familia cristiana, como no puede ser de otra manera, se convirtió en el lugar privilegiado para celebrar una de las fiestas más importantes para los creyentes, el nacimiento de Nuestro Señor. Fue en la familia donde aprendimos a querer al Niño, donde le cantamos al lado del Pesebre y donde educamos nuestros sentidos, nuestros afectos y nuestro espíritu para disponer el corazón ante tal misterio.

Actualmente, sin embargo, en una sociedad que ha perdido en buena parte los valores religiosos y la experiencia eclesial, hay muchos hogares donde la familia no sólo no ayuda a vivir la Navidad sino que la fagocita. Es como si la familia dejara de ser medio para ser el fin último de nuestra celebración. Y no, en estas fechas no celebramos los valores de la familia sino el Nacimiento de Jesucristo. No es lo mismo, por muy bonito, romántico y emotivo que nos parezca.

¿Qué pasa si mi familia es una de tantas, donde no todos los miembros son creyentes, donde no todos los miembros celebran lo mismo, donde no todos los miembros son sensibles a lo religioso, donde no todos los miembros comparten, finalmente, la motivación de la fiesta? ¿Es posible combinar Navidad y familia? ¿Hay que dejar a la familia de lado y priorizar la celebración religiosa? ¿Hay que procurar no crear tensiones familiares, buscar la paz del hogar, y renunciar a lo religioso? No es sencillo.

Muchos nos dirán que en la misma unión familiar, que en el bien común, que en el “sacrificio” por la paz de todos en el hogar, ya se celebra en sí mismo el mensaje de Jesús, un mensaje de unión, de comunión, de amor. Y muchos se quedan ahí: ni una oración, ni una celebración, ni una interferencia religiosa… y mucho amor, mucha familia, mucho cariño, mucha cenita compartida, mucho regalito, mucha buena fe… Creo que casi todos optamos por esto. Da la sensación que “romper una lanza” navideña en este contexto es algo no deseable. ¿Y si partimos la familia? No me parece ni justo ni deseable ni sano ni coherente.

Si la familia es una familia de verdad, donde los miembros nos sabemos queridos y aceptados, donde unos y otros nos conocemos, nos respetamos y nos valoramos… debería ser posible que sin excesos ni pompas, los que queremos celebrar el misterio de la Encarnación, tuviéramos momentos, fórmulas, ritos… ¡algo! con lo que poder hacerlo, y eso sin tenernos que esconder. Nadie debería sentirse mal por ello. Algún detalle en casa en la decoración, tener presente al Pesebre del hogar en algún momento, comenzar las comidas y las cenas con alguna bendición, cantar algún villancico, acordarnos de los más necesitados a lo largo de nuestra reunión, invitar a todos a participar de las celebraciones eucarísticas propias de estos días, dejar en los platos de cada invitado su nombre y alguna cita del Evangelio, ver juntos alguna película religiosa…

Hagamos pedagogía, cuidemos los detalles, intentemos que todos se sientan incluidos en la celebración de esta Buena Noticia, seamos prudentes y no busquemos la ruptura, pero tampoco nos resignemos a las migajas que nos dejen los demás. He dicho.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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