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¿Cómo ayudar a los niños cuando llegan el miedo y las pesadillas?

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Santi Casanova - publicado el 17/01/17

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Siempre se me ha dado relativamente bien calmar a mis hijos cuando se despertaban por la noche a causa de alguna pesadilla. Yo nunca he sido persona de pesadillas y mi madre nunca me contó que las tuviera de pequeño, así que no puedo hablar con la experiencia propia. Pero, como padre, si he tenido varios episodios con mi hijo mayor y con mi hija, aunque ésta no tanto por pesadillas pero sí por ciertos miedos  sobredimensionados. El acompañarles en estos asuntos, me ha ayudado a sacar algunas conclusiones que pueden sernos útiles a todos de cara a vivir nuestros miedos y de cada a calmar los miedos de otros.

  • Lo primero que yo entendí como padre es que el miedo es libre y personal. Las pesadillas llegan y los miedos también. No sirve de mucho decirle al niño o a la persona que lo sufre, que su miedo o su angustia no tiene sentido. No vale para mucho tampoco, repetirle continuamente que no debe tener miedo… El miedo está ahí, la pesadilla está ahí… ¡no le demos más vueltas y no hagamos sentir a la otra persona como un “bicho raro” por experimentar lo que está experimentando!
  • Lo segundo que entendí es que no hay nada como un abrazo para desactivar los efectos más “directos” de la pesadilla, del terror inicial. Un abrazo calma, recoge, acoge, protege… Vale más que mil palabras y sus efectos son mil veces más perceptibles y útiles.
  • Una vez que hemos conseguido calmar un poco los ánimos, que el lloro ha cesado, o el temblor o la angustia más acuciante… siempre me ha funcionado intentar que la persona verbalice su miedo. Recuerdo que, en medio de la noche, yo le preguntaba a mi hijo qué era lo que salía en su pesadilla y él me hablaba de un monstruo o de una bruja o de unos ladrones… o lo que se hubiera imaginado… y yo le preguntaba detalles sobre el monstruo o sobre la bruja o sobre los ladrones… e iba intentando caricaturizar ese miedo sufrido… Era fácil que el niño acabara sonriendo o riendo. Es lo que se llama mirar al miedo de frente.
  • Y, por último, intentábamos juntos racionalizar lo irracional del sufrimiento generado. No hay monstruos en casa, no van a entrar ladrones porque estamos papá y mamá y hemos cerrado bien la puerta, las brujas no existen y no debes tener miedo de ellas… y así con otras muchas situaciones donde el miedo se apodera de nosotros y no nos deja percatarnos de su irracionalidad.

Cuando el asunto estaba controlado, yo me volvía a la cama. Era frecuente la pregunta por su parte de si se podía venir a nuestra cama y mi respuesta siempre era no, aunque se lo explicaba. Yo ya había venido a su cama, yo le había acompañado, yo había estado con él o ella, habíamos hablado, el miedo había desaparecido… y era importante que el miedo viera que él vencía la batalla. El miedo huele el miedo. Si no te enfrentas a él y le vences con tus medios, se hace más fuerte y poderoso… No. Era necesario que él se enfrentara a esa posibilidad y que la venciera. Yo le decía que no tenía ninguna duda de su victoria. Papá y mamá no éramos tan necesarios… Él podría hacerlo solito. Estaríamos ahí para ayudar si hacía falta y ya.

No es un método científico y, seguramente, criticable por muchos. No lo sé. Yo sé que funcionó y que brota de lo que entiendo que debe ser. Si estoy equivocado… siempre está mamá para dar más mimos. Y se acabó.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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