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Para los que intentamos escoger con esmero los juguetes con los que juegan nuestros hijos, la Navidad puede ser sinónimo de desmadre y desmesura. Pero por la misma regla de tres, una ocasión estupenda para hacer pensar.
Justo cuando los grandes establecimientos empezaron a poner en sus puertas los catálogos de juguetes con motivo de la campaña de Navidad, leí que esta época del año y con el pretexto de los regalos puede ser un buen momento para «educar el concepto de belleza» en los niños. En ese instante me quedé con la copla y pensé, «esta idea, para mi lista de cosas pendientes».
Y hoy ha sido el día.
La historia de Sonia Singh, la artista de Tasmania creadora del proyecto Tree Change Dolls me ha parecido tan potente que he decidido compartirla con mis hijos. No ha hecho falta explicarles mucho. Lo primero que he hecho ha sido preguntarles qué muñeca les gusta más y por qué.
Ángel, de doce años, tenía claro que la segunda muñeca es mucho más bonita. A Irene, lo que le ha chiflado es que cada una de las muñecas «restauradas» que aparecían en la web de Tree Change Doolls se parecía a una amiga suya o a una concursante de un «talent show». Para ella, a sus 9 años, simplemente fascinante. Sara, sin embargo, a sus 4 años parece ser la más manipulable. La muñeca con labios de silicona y ojos «subrayados» es para ella, sin ningún tipo de duda, la más guapa.
A los tres les ha encantado la idea de que alguien se dedique a reparar muñecas estropeadas, quitándoles todo tipo de maquillaje o artificiosidad. Porque las razones de este interesante proyecto son: primero, convertir muñecas que nadie usaba, en otras con las que se pueda jugar de nuevo y en segundo lugar, crear muñecas que sean más similares a las niñas que juegan con ellas y que les transmitan mensajes valiosos como «ser quienes son, sin importar su apariencia».
Y esto último, las motivaciones de Sonia Singh, a mi «aventurera favorita», a mi mediana, que ante todo lucha cada día por ser ella misma (¿acaso no es la eterna pelea de los medianos?), le ha encantado. Quién sabe si no ha surgido aquí una vocación.
Lo que está claro es que la transformación de las muñecas es innegable y asombrosa. Muestra, además, lo ridícula, irreal y perjudicial que es la estética de algunas de las muñecas con las que juegan nuestros niños.
En casa hoy hemos dado un buen empujón al concepto de belleza. @amparolatre