Las corrientes marinas han hecho emerger ante nuestros ojos algo terrible: millones de toneladas de basura, en gran parte plástico que acaba arruinando nuestra salud y la del planeta
En el mundo existen dos Harry el Sucio. Uno es Clint Eastwood, el protagonista de la película de título homónimo, que era un policía que se tomaba la justicia por su mano. El segundo Harry, “Dirty Harry”, es menos conocido: se trata de un niño de 10 meses que protagonizó una campaña de publicidad a comienzos de los ochenta. En el cartel, junto a su foto, se leía: “Harry produce cerca de dos kilos de basura diaria, ensuciará 6.000 pañales a lo largo de toda su vida…”. Era una manera de concienciar sobre el impacto que tienen todas nuestras acciones sobre el planeta y, tal como se ha comprobado más tarde, sobre nuestra propia salud.
En cuanto a la huella ecológica que la persona deja sobre el planeta, es especialmente preocupante el uso del plástico, un producto derivado del petróleo que tarda entre 400 y 700 años en disolverse en el medio ambiente. Y no sólo eso: su composición son los polímeros, macromoléculas que nunca dejarán de existir ya como tales.
“Nosotros somos el problema y nosotros somos la solución”, es el mensaje en positivo que lanza Gyre Clean Up, un proyecto de concienciación y limpieza de los mares y océanos en todo el mundo. Somos el problema porque somos las personas las responsables de generar residuos de forma masiva. Sin ir más lejos, en Estados Unidos cada 5 minutos se venden 2 millones de botellas de agua de plástico y de ellas se recicla menos del 10 por ciento.
Algunas cifras mundiales son escalofriantes:
Cada año, 14.000 millones de libras de plástico van a dar a los océanos.
Cada año, en Estados Unidos se fabrican 100.000 millones de plástico.
Quizá nos habríamos llevado las manos a la cabeza todavía más tarde si no hubiera sido por los científicos del mar, que dan testimonio del impacto del plástico en las aguas. Esto se ha hecho más patente ya que, debido a las corrientes marinas, los restos de la basura se han ido acumulando en determinadas áreas del planeta. Greenpeace publicó un informe en 2016 que sirve como pauta tanto para la información presente como para la toma de decisiones sobre qué podemos hacer como ciudadanos para evitar un desastre. ¿Sabías que unos cubiertos desechables de plástico tardan 400 años en desaparecer? ¿Te imaginas qué impacto medioambiental produce una inocente fiesta para niños? No es solo eso, es la ingente cantidad de productos que consumimos y desechamos a diario y cuyo componente primero es el plástico, incluido el de los envoltorios de verduras y frutas.
Una mancha grande casi como México
El giro del Pacífico Norte, tal como se denomina a las corrientes marinas que se producen allí, ha provocado concentraciones de basura suspendida en el agua de una extensión que rondaría los 1.400 millones de kilómetros cuadrados. Estamos hablando de un espacio geográfico que casi alcanza el tamaño de México y del que alertó el investigador oceanográfico Charles Moore, capitán californiano, después de que unos investigadores estadounidenses ubicados en Alaska hicieran las primeras mediciones de plástico suspendido en el Pacífico Norte entre 1985 y 1988.
Por otro lado, en el Pacífico Sur se detectó en 2011 que las corrientes marinas habían reunido también los desechos procedentes de América y Australia y habían generado una masa informe de dimensiones parecidas a Francia. Con anterioridad a esta, se había detectado en 2009 la isla de basura del Atlántico Norte.
En total, actualmente se conocen seis zonas de giro de las corrientes, que es donde se producen las islas de basura: Pacífico Norte y Sur, Atlántico Norte (Este y Oeste) y Sur, e Índico.
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